El Húmedo llora (por Alfredo)

Fallece a los 90 años Alfredo Méndez, patriarca del centenario bar Casa Benito e hijo del fundador

Fulgencio Fernández
13/11/2017
 Actualizado a 16/09/2019
Alfredo Méndez en una imagen de archivo. | MAURICIO PEÑA
Alfredo Méndez en una imagen de archivo. | MAURICIO PEÑA
Es cierto que El Benito deja claro nada más entrar que es un clásico, que es centenario, que allí sigue la pizarra de la quiniela, los vasos de culo gordo para que no vuelquen, los bancos corridos, las mesas de madera, carteles viejos de la Cultural, porrones, el hueco del histórico reloj que marcaba los siglos y que les robaron no hace mucho..., es cierto, lo que usted quiera, pero todos estos objetos históricos no cobran vida hasta que llega el personaje tan histórico como ellos que todo viejo bar lleva dentro.

Le dolió el robo del viejo reloj, "venía gente sólo a ver la hora porque estaba parado el de la plaza" Y en El Benito lo fue quien le dio nombre al lugar y desde hace años lo era su hijo, Alfredo. Cuando entraba Alfredo Méndez, con su andar pausado, con su sonrisa al biés, con la tiza de los resultados, con la bonhomía de las historias, todo arrancaba y todo cogía vida. Porque de su boca comenzaban a salir todo tipo de recuerdos hechos nombres que hicieron historia: Umbral, que bautizó aquello como El ateneo del mus,Sabina, el presidente Suárez, que comió callos con Martín Villa, los Scorpions o María Dolores Pradera, además de toda la canalla y la bohemia leonesa, de Mateo a Llamazares,de Pereira a Carmelo Gómez, de los periodistas del movimiento a los jóvenes que ahora arrumban por la prensa en movimiento, de Crémer a Mirantes o Gancedo. ¡Qué más da! si una anécdota que repetía Alfredo es que con frecuencia ocupaban sus mesas, a solo unos metros y sin bronca, los prebostes de Falange y los de la pecera (militantes del PCE).

Esas cosas sólo son posibles con cantineros de la raza este paisano, porque el verdadero Alfredo era el que abría el tarro de la militancia en su barrio y recordaba el equipo aficionado que montaron en El Ejido o, sobre todo, el Alfredo que los domingos reunía a un grupo de ciegos y los llevaba hasta la Puentecilla para, sentado s a su alrededor, retransmitirles el partido de aquella Cultural que también vivía en el Húmedo.

El Alfredo más real es aquel que llevaba ciegos a ver la Cultu y les retransmitía el partido como por la radio No extraña que El Benito sólo echara a andar del todo cuando llegaba Alfredo, porque él era el que le daba cuerda a ese reloj del tiempo y los recuerdos, que arrancaban en la fecha del reloj que tenían en la fachada y les robaron. «No es lo que valga, es lo que vale para mí, que recuerdo cuando venía gente a ver la hora porque el de la Plaza Mayor se había parado».

Se acordaba de eso y de todo, de cómo nació el negocio que fue tienda y fonda, de las picardías de la gente en tiempos de hambre, de cómo lo veía y callaba . De los que traían el pan de casa para ahorrar...

Ya era una instituciónTanto que si alguien quería saberla razón de llamarle a aquella zona el Húmedo no se acudía a historiadores, lo que más credibilidad daba al discurso era decir: «Me dijo Alfredo...».

Ahora recuerdo un discurso suyo, en los actos del Centenario del bar: «Casa Benito es una familia por lo que quiero hacer partícipe de este homenaje a todos los clientes que en estos cien años han pasado por nuestra casa, sobre todo a los que ya no están con nosotros».

Ahora se ha ido él. Estaba en la Regla, anotó los resultados para llevarlos el lunes a la pizarra, vio el fútbol y... se apagó sin dar un ruido, con la misma discreción que pasó por el Benito.

No sé si tiene algo que ver, pero se repite mucho esta historia y hace muy pocos meses que Alfredo había enterrado a su mujer, la montañesa Genoveva.

Chus, es tu turno, se lo debes.
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