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'El huerto tenía un precio'

01/09/2021
 Actualizado a 01/09/2021
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Pocas cosas hay tan generosas como un huerto. Entre más pimientos del padrón arrancas de la mata, más salen. Lo mismo pasa con los calabacines y los pepinos, que también son bien agradecidos. La pena es que no solo lo bueno se multiplica en el huerto. Me he pasado medio verano quitando chupones a las plantas de tomates, pero con ellos pasa como con el número de tontos, que cada día que amanece crece. Lo mismo la broza, que me tiene la picona ya que echa chispas. Llevamos unos cuantos meses cuidando del huerto en un verano que no ha venido excesivamente caluroso y resulta que la maduración de los tomates se nos ha hecho de rogar. Afortunadamente ya no hay comida sin una buena ensalada encarnada en un acto de generosidad sin límites de nuestros huertos. Tan grande es su altruismo (no exento de una buena doblada de lomo, claro está) que alguno se pone las botas a cuenta de lo ajeno.

Ya ven, los genijos no son la única razón que enciende las azadas. El otro día en el bar del pueblo apareció un cartel: «Ofrezco un incentivo de 1.000 euros al que me informe fehacientemente del ladrón de huertos/as». El mensaje iba acompañado de un número de teléfono para dar cuenta del malhechor que no solo miraba por lo suyo, sino por lo de todos. De ahí el citar a los huertos, que suelen ser más pequeños, y a las huertas, de mayor extensión. Tampoco está mal la puntualización si tenemos en cuenta que en estos tiempos la masculinización del lenguaje levanta ampollas. Le faltó poner ‘huertes’, pero eso ya para el verano que viene.

La cuestión es que mucho ji ji, mucho ja ja al leer el cartelito pero entre tanta risita estará el saqueador. Desconozco si habrá algún centinela vigilando a los que van a huertos/as para hacerse con la recompensa pero en la duermevela veraniega fantaseo con batidas para dar con el bandido al más puro estilo del Oeste mientras de fondo en la televisión vuelven a echar ‘La muerte tenía un precio’. Me apuesto lo que quieran a que el mangante no va a aparecer. Un puñado de euros no son suficientes. «¿Qué nos jugábamos? El pellejo».
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