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El honor es lo primero

09/02/2020
 Actualizado a 09/02/2020
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Con indemnización o sin ella, el daño está hecho. De poco vale que el Partido Popular haya reconocido el despido improcedente de su gerente en León, si la causa por la que se tomó la decisión era inexistente. Falsa. Pero ya se sabe: difama, que algo queda. Y en una ciudad como la capital leonesa, donde todo el mundo se conoce, el desprestigio siempre conculca esos odiosos flecos de ‘algo habría’. Es una rémora consustancial con las personas.

A la gerente se le acusó de deslealtad. De filtradora. Y de manipuladora. Y se le cargó en el debe que el imaginario título del ex secretario provincial –que le costó el cargo y el acta de diputado nacional– lo había circulado ella. De palabra y obra. Físicamente. Una intolerable maniobra que la puso sin remedio en la diana de la opinión pública. ¿Y ahora? ¿Todo lo arregla el dinero? En absoluto. El honor no tiene precio.

El problema, primero, es que se ha quedado sin trabajo de forma torticera, absurda e hiriente. Indigna, incluso. Y, segundo, que quienes propiciaron tamaña tropelía se van a ir de rositas. Ya se han ido y con el bolsillo intacto. Cuando se tira con pólvora del rey, no importa. La liquidación sale de la caja común. De las aportaciones de los afiliados –de quienes las pagan, claro– y aquí paz y después gloria. Es lo acostumbrado. Vengan días y caigan ollas. Y en lo alto del pódium los de siempre.

Sin embargo, la exgerente debería pedir responsabilidades. Y que cada cual aguantara su vela. Porque una cosa es que el despido se hubiera producido por ‘causas naturales’ –las repetidas al uso en esos supuestos entre empresa y trabajador– y otra, muy diferente, que se haya aprovechado una coyuntura sobrevenida y ajena para darle ‘matarile’.

Y es que la injuria, en esta historia, exige una satisfacción. Recuérdese la denuncia de la exdiputada del PP, Ana Torme, a quien el polémico José Francisco Martín, procurador socialista de la Junta de Castilla y León, agravió con unas afirmaciones inciertas y bochornosas. Luego, no le quedó otra que bajarse los pantalones –en sentido figurado, entiéndase–, retractarse de sus afirmaciones en el juzgado y asumir los gastos inherentes a la demanda. Pues el suceso de la gerente tiene una contrastada similitud.

¿Y la cúpula del partido del Paseo de Salamanca no tiene nada que decir, o es que ancha es Castilla y todo vale? Su presidente (y compañía) en un gesto de contrición, deberían rehabilitarla ante la sociedad leonesa. Es obligado. Aunque sea en la barra de los bares que visitan. Que en esos sitios de ocio y postureo también fue zaherida al ser la protagonista apaleada de ciertos corrillos conformados por la ‘jet set’. O de quienes se creen que son parte de esa élite.
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