El hombre que vive con su propio ataúd

Pepín Muñiz, el singular coleccionista de todo, acaba de añadir una pieza a sus ‘fondos’: Su propio ataúd, de un siglo de antigüedad, que se usaba para alquilar y él lo ha acolchado con una casulla: "Es comodísimo", asegura

Fulgencio Fernández
08/01/2023
 Actualizado a 08/01/2023
El ataúd de un siglo de antigüedad, el acolchamiento interior y la pieza de cuero para cerrar la boca al difunto y Pepín con su marioneta de "paisano". | L.N.C.
El ataúd de un siglo de antigüedad, el acolchamiento interior y la pieza de cuero para cerrar la boca al difunto y Pepín con su marioneta de "paisano". | L.N.C.
Si hay un tipo singular por las calles de León –además del abogado más antiguo en ejercicio– ese es, sin duda, Pepín Muñiz, el hombre sin edad conocida ni ninguna posibilidad de averiguarla: "Se podría hacer un cálculo por la edad de las novias que tuve pero como ya fallecieron todas no se les puede preguntar".

Es Pepín Muñiz coleccionista de todo, de hecho tiene tres casas llenas de los objetos más extraños, raros, inclasificables y valiosos, desde calaveras a libros tan extraños como la novela erótica ‘Autobiografía de una pulga’... además de ser capaz de encontrar fantasmas hasta en la Cueva de Valporquero. Un grande Pepín.

Pero en su última adquisición se supera a sí mismo; es un histórico ataúd que será su propio ataúd "para evitar problemas a la familia cuando muera" y que vive con él y hasta lo prueba con frecuencia. "Primero tuve que meterme para hacer la prueba del tamaño, el ataúd es antiguo y antes la gente era más recogida y tenía miedo a que no fuera de mi talla. Pero sí me vale, tengo suerte de estar muy delgado. A pesar de ello quedo un poco encajonado, pero no me preocupa pues después de muerto tampoco me voy a mover, creo yo".
Deja ese "creo yo" en el aire pues Pepe Muñiz es muy amigo de historias de fantasmas y similares.

Además de la función para la que fue creado, el ataúd de Pepín –de 100 años al menos– tiene su propia historia: "Por lo que he podido averiguar era un ataúd para alquilar, a gente sin recursos fundamentalmente. La familia alquilaba el ataúd, al llegar al cementerio, después del rito religioso, sacaban el cadáver, lo enterraban en tierra y se lo devolvían a la casa de alquiler".

Debido a su uso estaba algo deteriorado en su interior pero su comprador, ya en propiedad, ha realizado una cuidada restauración: "Lo he acolchado con una casulla de cura de mi colección, también tiene reposacabeza y hasta una pieza de cuero que sirve para cerrar la boca del difunto, que en este caso seré yo".

– Ha quedado comodísimo; dice convencido y muy convincente, hasta el punto de que anima a quien lo desee a probarlo: "Ya sabes que yo soy muy de compartir".
Gracias Pepín, otro día.
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