El ‘Guernica’ explicado a los niños

Bruno Marcos reflexiona sobre la percepción actual del 'Guernica' al hilo de la exposición que, sobre la historia del cuadro, se puede ver hasta el 18 de febrero frente al Auditorio organizada por la Fundación la Caixa y el Museo Reina Sofía

Bruno Marcos
13/02/2021
 Actualizado a 13/02/2021
El ‘Guernica’ dentro del pabellón español en la exposición universal de París de 1937.
El ‘Guernica’ dentro del pabellón español en la exposición universal de París de 1937.
De la primera vez que vi el ‘Guernica’ apenas recuerdo el cuadro. Desfilábamos los visitantes frente a una urna enorme con la sensación de que en su interior estuviese depositada una reliquia o algo parecido, un objeto lleno de misterios y cargado de fuerzas invisibles. Era mucho más que un cuadro tras el cristal acorazado que podía resistir el tiro de bazucas. Lo que más impresionó al niño que yo era entonces fue el sonido de una gran respiración, un pulmón mecánico que insuflaba aire dentro de la cámara como si la pintura fuera un organismo vivo y delicado, un gran dinosaurio agonizando. Algo muy malo debía haber pasado en el tiempo de nuestros abuelos para que aquellos dibujos de un toro con dos ojos, un caballo lanceado, un soldado con la espada rota, un sol con una bombilla en su interior y cuatro mujeres llorando tuviesen que ser exhibidos en esas condiciones.

Durante muchos años la composición de Picasso se expuso como una obra prodigiosa, aislada del mundo en que nació, rodeada de cientos de sus bocetos como una emanación suprema de un genio irrefutable, el último de la Historia del Arte que con él se cerraría.

No hace mucho, en 2009, se cambió la forma de mostrarlo. Se puso a su lado la historia de su nacimiento, las cosas que pasaron en 1937 cuando el gobierno de la Segunda República, un tanto desesperado, le pidió a Picasso participar, entre otros artistas, en el pabellón español de la parisina exposición universal de aquel año con la principal intención de recabar apoyo internacional para no perder la guerra civil. La pintura debió pasar bastante desapercibida en su discreto contenedor racionalista porque el alemán y el soviético escenificaban simbólicamente, con una estética apabullante y la torre Eiffel como telón de fondo, la disputa que ocurriría de forma brutal a los pocos años con la Segunda Guerra Mundial. Una torre cuadrangular con el águila imperial nazi inclinándose amenazadoramente sobre la enérgica pareja de obreros que avanzaban con la hoz y el martillo sobre el edificio de la U.R.S.S. El pabellón español aparecía desprovisto de la colosal pasión de aquellos y mostraba en su interior nada menos que el ‘Guernica’ de Picasso como relato pictórico de la matanza que la aviación de Hitler había cometido en un lugar de España para favorecer la victoria de los sublevados y como anticipo de la gran catástrofe que se cernía sobre Europa.

Nos sorprende ver que existan imágenes reales, películas y fotografías de los bombardeos que se produjeron en Guernica porque todo ese material ha sido sustituido por el alegórico de Picasso. Su lienzo: una tela pintada con personajes simbólicos: una obra de arte que ha llegado a ser mucho más que arte: una imagen que ha ingresado en el patrimonio iconográfico de la Humanidad.

Sabemos lo que fue el ‘Guernica’ para nuestros antepasados, estamos pensando qué es para nosotros, pero: ¿qué será para nuestros descendientes? Un cuadro que nació de una matanza pero que no la retrata —y que quizá por ello representa todas las matanzas—; una pintura encargada para no perder una guerra civil; una imagen que viajó desde París a Nueva York, pasando por Sao Paulo, Estocolmo, Londres o Munich, acabando en Madrid después de estar exiliada más de cuarenta años; una obra de arte que tuvo que estar en una urna blindada… Cuando se intenta explicar el ‘Guernica’ a los niños se tienen que contar un gran número de cosas espantosas.

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