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El grito vacío

03/10/2019
 Actualizado a 03/10/2019
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El grito de Munch es un hombre solo pero que se desgañita para ser escuchado, porque toda protesta pierde sentido en soledad y se convierte en mera locura.Gritar solo cualquier consigna es como mucho y con suerte una prueba de eco. Por eso la Puerta del Sol es el epicentro de las manifestaciones de España o Botines el de las concentraciones de León. Por eso, a no ser que se busque una performance apocalíptica posmoderna y efectista, es poco práctica la huelga de ‘La España vaciada’ convocada para mañana. Un paro del mundo rural invisible.

Los convocantes piden a los escasos habitantes de pueblos y pedanías que a las doce del mediodía demuestren su agonía estadística dejando durante cinco minutos sus quehaceres. Así, Puri cerrará el ultramarinos fastidiando el paseo de doña Carmen a por el pan. Desde el quicio de su puerta con cortina mirará a ambos lados, desafiante, para comprobar que sus calles siguen vacías y las ventanas con pestillo hasta que vuelva el verano. Macario, el agricultor, apagará el tractor en mitad de la finca y aprovechará para contar nubes en venganza. A Prudencio, el pastor, le costará diferenciar si está secundando el paro o dando un respiro a su rebaño. Deberían proponer al menos cinco minutos de estruendo, porque el silencio en las aldeas es entregarse a la rutina. Y una protesta es justamente lo contrario, desbaratar la costumbre para alarmar a los otros. Sí, es imprescindible que haya otros.

Esta huelga es la medida desesperada de una causa justa. Ya hicieron ruidosas manifestaciones en la capital. Ya irrumpieron en la anterior campaña a las generales y hay una generación de artistas con la despoblación como leit motiv de su obra. Por eso gritan, como el hombrecillo del cuadro, pero con la estepa soriana al fondo en vez de Oslo, en profunda angustia existencial. Que esto es irreversible (dicen los expertos del Congreso Internacional sobre Despoblamiento que acogerá Burgos la próxima semana). Como el cambio climático, como los políticos intolerantes. Como pintó Munch, atormentado ante el abandono.
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