17/12/2020
 Actualizado a 17/12/2020
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El próximo martes se celebrará, dios mediante, el sorteo de la lotería de Navidad. Todos, en este país, tanto si eres un españolista como si por el contrario eres un independentista con carnet, estaremos anhelantes por ver si este año de mierda se arregla cayéndonos una lluvia de millones. A uno, que tiene la mala suerte del caballo del malo, no le ha tocado ni una peseta (ahora euros) en la puta vida, por lo que no tiene demasiadas esperanzas. Para que os hagáis una idea de la mala suerte que tengo, os contaré que el año que tocó el Gordo en Boñar uno vivía en esa villa y, por supuesto, no se me ocurrió acercarme a la tienda de José Luis Amigo, persona con la que siempre me he llevado de maravilla, y comprar una o varias participaciones del dichoso número. Por este motivo y otros más, es por lo que he perdido la esperanza, Aunque, por otra parte, la esperanza es lo último que se pierde... Naturalmente sí celebro en ese día, como otros millones de españoles, la ‘fiesta de la salud’, aunque me encabrona. Jode mucho, pero mucho, encontrarte con tus amigos después del sorteo y que te cuenten que no les ha tocado ni un duro pero que no importa, que lo importante es que «haya salud». Es cierto que este año tan horrible que hemos padecido podría empezar a despedirse regando de salud a todos, inclusive a los que les toque la lotería, que también se lo merecen.

Siempre dije que la Navidad empieza el día 22 y no el 24. Además de lo del sorteo, los niños, los maestros y muchísimos funcionarios, cogen las vacaciones ese día, y esa realidad hace que los bares se llenen hasta los topes a partir del 22, como si tuviésemos una sed retrasada desde el verano y que no logramos sofocar ni aún haciendo horas extras en las barras o en las terrazas. Bueno, esto sucedía otros años. Este, para nuestra desgracia, tendremos que conformarnos con un cuarto y mitad de consumiciones y de tiempo para hacerlas, lo que es una pena. Beber el vino, la cerveza o el fino antes de comer o de cenar, nos alegraba y nos daba fuerza para soportar a la familia sin que sucediese una tragedia. Así que nada, que tengáis todos mucha suerte con lo del Gordo, que las penas, con dinero, son menos penas. ¡Ah!, y no hagáis caso a las tonterías que están diciendo en las redes los de Podemos, ¡como no!, respecto a lo de cambiar el nombre del Gordo por otro más civilizado, que éste ataca a los derechos fundamentales de los obesos, no produce inclusión y provoca ‘bullying’. Lo que más me jode de esta banda es que piensan que ellos han inventado el mundo. Se creen tocados por una vara de fuego, parecida a la del Dios iracundo y rencoroso del Antiguo Testamento, que les hace poseedores de la Verdad. Por desgracia para ellos, no es cierto. No hay nada nuevo bajo el sol y lo que hoy sucede ya ha sucedido, por lo menos una vez, a lo largo de la historia. Creerse todas las tonterías que dicen es descorazonador para el resto de los mortales. Pero lo peor no es eso: lo peor es que esta gente predestinada no inventa nada, porque sus ocurrencias «son copias» de otras idénticas provenientes, en la mayoría de los casos, de los USA. Una de las mayores bobadas que he leído últimamente es una noticia que decía que el Papa Francisco, el amigo de Iglesias, había firmado un acuerdo con un grupo llamado ‘Guardianes del Capitalismo Inclusivo’ (la mayoría de sus integrantes son americanos) y que serviría para que el Capital mirase, por una vez, a los desfavorecidos y les hiciese la vida más sencilla y más sana. ¡Home, por Dios!, el Papa ha puesto a la zorra a cuidar las gallinas y se queda tan ancho... como se ha quedado la imbécil que puso en la red lo del Gordo... El domingo pasado murió John Le Carré, el tipo que inventó la ‘Guerra Fría’. A quién no haya tenido la suerte de leer sus obras le recomiendo que lo haga rápidamente. Sus novelas son una vorágine de sucesos perfectamente ensamblados en la que sus personajes se ven envueltos sin tener ni idea de por qué suceden las cosas. Los espías de uno y de otro lado no son enemigos, son adversarios que se respetan y que luchan convencidos de la bondad de sus ideales. Era un maestro y como a todos los maestros debemos de estarle agradecidos por enseñarnos a gozar leyendo. Una novela de Le Carré te la zampas en una noche: es imposible dejar de leerla. Creo que este es el mejor elogio que se puede hacer a un escritor. No hay ninguno mejor, porque significa que ha logrado atraparte en la intriga del libro, que ha logrado que venzas al sueño, que ha conseguido que, en el tiempo de lectura, no pienses en otra cosa. De todos los libros que escribió, me quedo con ‘Calderero, sastre, soldado y espía’. El título viene de una canción infantil inglesa y, para nuestra desgracia, es fonéticamente intraducible. Leedlo si podéis. Os apasionarán la trama y el desarrollo de la obra. Aprenderéis a amar al protagonista, George Smiley, y a su autor, al que, por cierto, no concedieron el premio Nobel. Otra injusticia más...Feliz Navidad.
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