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El garbanzo del pardal

27/06/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Me contaban hace unos días a los pies de una finca familiar (en plena Maragatería, como no) que hace ya unos 70 años se plantaban en ella los ahora tan famosos garbanzos de pico pardal. La tía Lola se afanaba en cultivar tan selecta legumbre, que compaginaba por años con la siembra de patata. El suelo maragato, agreste y pedregoso, se mostraba, gracias al trabajo y sumo esfuerzo de los pequeños labradores, como una tierra que al menos podía abastecer de estos también llamados garbanzos del pardal, o garbanzos del pájaro. Una legumbre de pequeño tamaño, mantecosa, tierna y de hollejo imperceptible, como dicen los entendidos en la materia. Un garbanzo cojonudo, en una palabra. Con un pequeño ‘pico’ en su parte de abajo, que recuerda al mencionado ave.

La siembra de este producto «lleva toda la vida» tal y como así mismo me señalaban algunos veteranos maragatos estos días. Alguno de ellos lo llevaba en pequeñas cantidades a Galicia, donde no entendían como se podía haber obtenido tan singular variedad, de tacto y sabor inconfundibles, en una tierra tan yerma y seca. Aunque a decir verdad en la Vega del Tuerto se realizaba y realiza el mayor cultivo del mismo; y el suelo en esta zona ya es otro cantar.

A finales de los años 90 la empresa Legumbres Luengo, asentada en Riego de la Vega y considerada como una de las más importantes de España en su sector, vio el potencial y registró el nombre de ‘pico pardal’, que si bien había pasado como variedad popular de generación en generación no estaba así reconocida por el Ministerio de Agricultura. Simplemente no constaba en registro alguno. Evidentemente alguien debió marcar dicha variedad, o ponerla en conocimiento del Estado, ya que la escasísima producción anual hacía imposible que en Madrid se enteraran. Pero claro. El hecho de que no esté contemplada legalmente no significa que la variedad no exista. Existe, y desde hace muchos lustros.

Y en esas está la promotora creada en defensa de esta legumbre. Luchando para que la variedad, ojo, no marca, variedad; sea patrimonio de todos los leoneses. Un grupo de personas y pequeñas entidades afines que han plantado cara a una empresa que factura casi 50 millones de euros al año. Y de momento el pulso lo están ganando. Hace unos días un juez de lo Mercantil en Burgos les daba la razón. Es verdad que en la sentencia cabía recurso y de hecho lo han ejercido, con lo que habrá un nuevo juicio.

Qué son 5.000 euros para una empresa como Luengo. Pues toda una montaña para la promotora que ha tenido y tendrá que tirar de diversas actividades para volver a recaudar el dinero. Rifas, festivales, sorteos, ayuda solidaria, carreras, actos gastronómicos, subastas…todo sirve. No se van a dejar vencer, y emprendido el asunto, prometen llegar hasta el final.

Yo, con todo este tema, considero que nadie debería apropiarse de un nombre que es cultura popular. Es como si yo cogiera la palabra ‘Filandón’ y la quisiera registrar para mí, sin que nadie pudiera usarla salvo con mi permiso. Sería ridículo. Hay cosas que no valen dinero. Las cosas del terruño no tienen precio. Deben respetarlas y debemos hacer que las respeten. Pico Pardal es parte de la historia de León. Son esos pequeños garbanzos que sustentaron a tantas generaciones. Y ninguna marca, Dios mediante, va a envasar nuestra historia en un bote de cristal.
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