10/06/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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En la facultad nos dieron una definición de globalización: mundialización de la economía y homogenización de la cultura. Es decir, un mundo cada vez más homogéneo, lo que no quiere decir que sea más igualitario. Las voces contra la globalización –es el título de un documental– se siguen escuchando en cada cumbre del G8 o el G20, como la que acaba de producirse. Es en eso foros que nos parecen tan lejanos, tan olímpicos, es donde se toman las decisiones que luego caen como en cascada y llegan a cada ciudadano del mundo. Escucho a Obrador ceder a las exigencias de Trump, tratar de vender la derrota de su país como algo bueno para su pueblo, y siento que no está diciendo nada diferente de lo que se puede escuchar en cualquiera de los escaños más alejados del G20. En descargo de Obrador he de decir que al menos no ha querido hacer un eslogan de la situación en la que estaba, entre la espada y la pared. A esta lado del Atlántico no podemos decir lo mismo.

Pero volvamos a casa, donde calan los discursos cascada del G20 y nuestro día a día se homogeneiza y se mundializa. Desde hoy algunos usuarios de teléfonos inteligentes estarán conectados a una red que permite conectar un millón de dispositivos por kilómetro cuadrado. Pienso en esos municipios en los que hay menos de cuatro habitantes por kilómetro cuadrado y me sale una carcajada al imagina a un único ser humano con la posibilidad de establecer un millón de conexiones. Cada habitante de la capital leonesa representamos aproximadamente, redondeando al alza, el 0,00002 de la población mundial. Cuando en el G20 se habla de ciudades, la capital leonesa viene a ser lo mismo que esos municipios sin gente de los que les hablaba. Homogeización, mundialización y redes capaces de atrapar y arrastrar millones de dispositivos. Me viene otra carcajada: voy a proponer la cumbre del G0,00002, en ‘streaming’ para todo el mundo gracias al 5G.
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