Anduvieron de debate la semana pasada sobre el futuro de la lana mirando al pasado. Y resultó que el pasado también tiene futuro, que todavía hay quien quiere acariciar su cuerpo con una chaqueta hecha con lana de nuestras ovejas merinas, las de toda la vida. Que todavía hay quien añora tumbarse sobre un colchón vareado al sol...
Que hay quien monta una cooperativa que va recogiendo las lanas de aquí y allá, evitando el dolor de tantos pastores que la tenían que regalar porque nadie la quería.
Como un día llegó la uralita otro apareció la fibra, como un día llegó la prisa otro desapareció la paz del trabajo tranquilo y tradicional.
Andan las gentes de la lucha buscando el futuro de un deporte que sobre todo tiene pasado. Y cuando preguntan se encuentran con que les dicen que hay que recuperar el orgullo de defender una tierra, que hay que volver a hacer sentir a las gentes que aquel mozo que está en el centro del corro les representa, les defiende, es de los suyos. Por eso ponen toda la pasión que tienen en animarle a batirse el cobre con todas sus fuerzas.
Pueden, deben, llegar otras historias, otras formas... pero que la aparición de las camisetas ajustadas no acabe con el orgullo de aquellos paisanos que se remangaban los pantalones para salir a la pradera.
Que el futuro del pasado también es futuro del futuro.
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