Ya sabéis esa vieja historia del paisano que, sin que nadie entendiera los motivos, cuando la cafetera comenzó a echar vapor, mientras subía el café al calor de la chapa de la cocina, se levantó, cogió la cafetera y la tiró por la ventana, lo más lejos que pudo, mientras decía: «Hay que domarlas de pequeñas, que de mayores te llevan por delante». El silencio se mezcló con estupor, hasta que la madre del ‘lanzador cafeteras’ les explicó: «Es que le atropelló un tren de aquellos de Feve, que iba echando vapor por todas partes, y se salvó de milagro, porque ya se iba parando».
No era fácil convencerlo de que la cafetera de mayor no sería tren. Como no les resulta fácil a quienes sufrieron los ataques del fuego devastador celebrar que el fuego antes fue luz y calor y símbolos.
¿Quién les cuenta que los viejos mineros le robaban a los pozos la oscuridad con lámparas que era fuego alimentado sobre carburo? ¿Quién les recuerda que tantas noches de filandón se celebraron a la luz de las velas y candiles? ¿Quién les cuenta que la paz se pide con velas encendidas? ¿Quién que en los conciertos se adoraba al artista con la llama de los mecheros? ¿Que las procesiones más impresionantes son una sucesión de pequeñas luces de velas ? ¿Quién que en el primer autobús de la Cultural aquellos históricos se calentaban haciendo fuego con el alcohol del botiquín? ¿Quién que el fuego de la cocina es calor y hogar?
¿Quién? ¿Quién les explica que el fuego nació luz?
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