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El fiscal lloraba

07/07/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Cuantos más detalles conoce uno del juicio al parricida de Moraña que acabó ayer en Pontevedra, más estremece el caso. Esta semana les hemos contado –muy por encima– la historia escabrosa de este hombre que hace dos años asesinó a sus hijas porque, «para garantizar su seguridad e integridad» en las cárceles gallegas, el tal David Oubel fue trasladado a la prisión leonesa de Mansilla de las Mulas, donde el tipo se quejaba de que los sanitarios hubieran firmado en contra de que se le asignaran tareas de ordenanza. Y aunque no ha podido tener el sueldo que pretendía, sí se le ha permitido vivir en Enfermería, ‘protegido’ de otros reos que –aunque también están allí por haber cometido delitos varios– podrían darle lo suyo.

El Estado tiene que garantizar la seguridad de todos los internos de un centro penitenciario, pero en estos casos tan repugnantes uno se pregunta quién protegió a las víctimas de un padre que no tuvo reparos en reventarlas con una radial...

Desde ayer, no puedo quitarme de la cabeza qué salvajadas no habrá conocido en este tiempo Alejandro Pazos, el fiscal, que rompió a llorar cuando el jurado popular dio a conocer el veredicto de culpabilidad. Prisión permanente revisable para un monstruo que cometió las salvajadas más inimaginables –con sus propias hijas– y que reconoció los hechos sin inmutarse. «No lo volvería a hacer», aclaró. Sólo jodería, vamos.

El fiscal lloraba. ¿Se imaginan? Un tipo mayor, que habrá visto de todo en la vida. O quizá de todo... menos algo así.
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