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El éxito de lo gratis

08/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Cada vez que voy a una feria –delante y detrás del mostrador, pero especialmente en este último caso– me fijo en el éxito que tiene lo que es gratis frente a lo que lleva pegada una etiqueta con el precio. Aunque sea basura, pero regalada, siempre tiene un público numeroso dispuesto a llevarse a casa la muestra, incluso a cargar con una bolsa llena de papeles que no le servirán para nada pero que se afana en acaparar.

Y en este grupo pueden incluirse materiales de lo más variopinto como pueden ser programas de fiestas del año pasado, cuadernillos que se editaron para un evento hace cuatro o cinco meses y no se dieron todos, folletos que sobraron de alguna actividad y hasta periódicos de hace un año. Para los recaudadores de papeles vale todo. Todo lo que sea gratis y fácil de coger, es evidente.

Generalmente suelen ser los mismos los que feria tras feria, año tras año, hacen cada día el recorrido por las casetas y se van fijando en lo que se puede coger sin tener que rendir cuentas al tendero. A veces, hasta intentan jugar al despiste o se acercan en cada jornada como si fuera el primer día con la misma práctica: llegan, miran, ven lo que no tiene etiqueta de precio o está más al alcance de la mano, preguntan si se puede llevar o se lo llevan directamente.

Alguno de estos hasta hace una especie de malabares para intentar no ser visto mientras apaña un simple díptico con la programación o los marcapáginas que están allí precisamente para que la gente los coja porque el editor los lleva con la intención de repartirlos todos y no tener que volver a pujar por ellos para llevarlos a casa cuando acaba el evento.

Pero hay mucha gente –y no son precisamente niños a los que estas cosas se le perdonan por su bendita inocencia–, decenas de personas para las que se ve que es más divertido hacer como que no se dan cuenta y que parezca que te llevas un botín enorme cuando es un simple marcapáginas que los editores usan como medio de publicidad… Ya no le cuento si el vendedor le ofrece un ejemplar de cada modelo, que hasta te nombra un primo o un cuñado coleccionista al que le haría ilusión tener también uno de cada. Es lo que tiene lo gratis.
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