cesar-gavela-buena.jpg

El espíritu de León

17/03/2019
 Actualizado a 14/09/2019
Guardar
He frecuentado muy poco a los políticos leoneses. Si alguna vez los he tratado ha sido por circunstancias muy concretas, relacionadas con mi faceta de escribidor. O cuando la Diputación acude a Valencia a ofrecer la sensacional riqueza gastronómica de la provincia. Entonces me suelen llamar para que intervenga como introductor de embajadores en la querida ciudad mediterránea. Lo que me ha producido siempre alegría y curiosidad. Y bien, en esas pocas ocasiones en que he podido hablar con nuestros políticos, en Valencia o en León, he advertido una actitud cordial, mesurada, compatible con las obvias discrepancias. No quiero incurrir en ingenuidades, pero me da la impresión de que entre nuestros representantes no son tan ácidos esos desencuentros que suelen suceder en otros escenarios de lo público.

La política es un arte noble y muy difícil. Que requiere preparación, entrega, inteligencia, sutileza, energía… Todo en la misma persona. Y eso, claro, casi nunca se da, y por eso los políticos, en general, nos resultan mediocres, mendaces, ridículos, pretenciosos y no sé cuántas cosas más. Que son ciertas, pero es que hay que tener mucho valor para dedicarse a la política. Y también tener mucha ambición. Noble si es solo la del bien común, e innoble si es otra, lógicamente.

España vive en medio de una gran acritud política, sobre todo desde el atentado terrorista de marzo de 2004. A partir de ahí la convivencia se ha ido envileciendo y la política nacional es un circo de odios y ataques que nada tiene que ver con aquellos años cruciales y educados que configuraron la ejemplar transición española del franquismo a la democracia. Aquella etapa que solo los indocumentados denuestan, minimizando el dificilísimo marco histórico en el que tuvo que desarrollarse.

Hay que volver a la política educada, la que disiente con cortesía y respeto, hoy tan poco habitual. Hay que rectificar porque por la senda del enfrentamiento no vamos a ningún lado. Ver a Zapatero y Rajoy el jueves en León, después de tanto como ha llovido, y verles en armonía y en defensa de nuestra Constitución, que es la clave de todo, ayuda. Marca un camino. Por otra parte, Zapatero siempre fue un político educado. También Rajoy. Eso hay que reconocérselo. Me parece, con todo, que sus sucesores no van por el mismo camino. Que rectifiquen, pues, que están a tiempo. Por el bien de España. Que incorporen a su praxis el espíritu de León; la ciudad donde estudiaron Zapatero y Rajoy.
Lo más leído