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El Emperador una y otra vez

21/12/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Casi me dan ganas de reproducir íntegramente, y uno detrás del otro, los escritos que sobre el destino del edificio del teatro Emperador escribí en abril de 2008 y julio de 2013.

Porque, por desgracia, las previsiones se han cumplido.

En el más antiguo, el de 2008, comentaba el destino: sede del Centro Nacional de Artes Escénicas y de las Músicas históricas de España.

Un destino rimbombante (y vacío), tanto como su título.

Estábamos entonces en el final de la época de crecimiento estratosférico, cuando éramos ricos (luego resultó que no tanto), o sea en el momento de acometer obras sin cuento (y sin cuentas), que luego o se han caído solas o, peor aún, nos han caído sobre la cabeza. Verbigracia el Palacio de Exposiciones y Congresos.

Iba a decir que entonces, en el 2008, empezó el laberinto, también culebrón inacabable como si novela sudamericana se tratara. Pero no. Había empezado mucho antes, en unos ‘raros’ intentos de cambiarlo por la parcela existente aún hoy al sur del edificio Fierro, auspiciada por el Ayuntamiento… hasta que se descubrió que ni tan siquiera era de su propiedad.

Está claro que había que buscarle un destino y el del ya mencionado Centro de todo eso podía ser, aunque resultare que las condiciones acústicas del mismo eran, y siguen siendo, claro, de lo peorcito que hay por el mundo mundial. Aunque eso no debía tener ninguna importancia. Pues qué bien.

Y como había sido lo que había sido, lo de la cuestión económica se zanjó con un acuerdo a tres bandas entre la Junta, el Ministerio y el Ayuntamiento, siendo este último el que hacía el desembolso inicial de 4,5 millones de euros en pago del inmueble, y los otros dos los que se hacían cargo de la reestructuración y puesta en marcha.

Para ello, y ya en 2013, se hizo un concurso para llevarla a buen puerto, concurso que ganó José María Pérez González, arquitecto palentino mucho más conocido por ‘Peridis’, también llamado brigada Pérez por sus compañeros de curso de la Escuela de Arquitectura de Madrid, entre los que me encuentro, pues de uniforme iba a las clases, ya que, para poder hacer la carrera tuvo que reengancharse en la mili normal. Y de brigada la acabó.

Y nada más. Ahí sigue el edificio, sin fondos y, en realidad, sin destino. No nos engañemos.

Ya en el escrito de 2013 opiné que era ‘un muerto’. Y me temo que sigue siéndolo.

Es cierto que estos inmuebles, como el Trianón y otros muchos en la geografía española, que no solamente aquí se cuecen habas, tienen sobre sí un grave problema, pues fueron proyectados para cine y teatro con aforos que ya no se llevan. Las salas de cine de más de mil personas han caído en desuso, siendo sustituidas por mini salas de cien a trescientas o cuatrocientas, y en lo que podría ser teatro o espectáculos varios, lo normal es que, salvo Madrid o Barcelona, las actuaciones se han marchado a los auditorios que han proliferado por toda España, más modernos y versátiles.

Y cuál es la triste realidad: que con estas condiciones, se empieza por la dilación en el tiempo, se sigue con el abandono y se termina en la ruina física. Que es lo que ya ha sucedido más de una vez en más de un edificio de este jaez.

Por si fuera poco complicado, la manzana, además de tener elementos a conservar y todas esas especificaciones que se aguantan bien en el papel y mal en la realidad, una buena parte es comercial y residencial.

Y el caso es que, aun cuando no se trata de una muestra fantástica de arquitectura, ni por fuera ni por dentro, uno tiene los suficientes años como para valorar, incluso añorar, aquellas colas para ver “El último cuplé”, los cartelones anunciadores de Velasco, o el acto social, hoy perdido, de las visitas al ambigú en los descansos, sin olvidar alguna que otra zarzuela que no podías oír si no estabas en el patio de butacas.

En fin, una patata caliente, en realidad ya casi congelada, de muy incierto futuro.

Pues eso: Dios Salve al Emperador.
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