12/10/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Más allá del debate sobre el independentismo en Cataluña, los efectos de esa turbulencia política permiten sacar enseñanzas aplicables al resto de territorios. Una de ellas es la importancia del ‘efecto sede’ para lograr altas cotas de desarrollo económico.

El crecimiento en una economía abierta se fundamenta en el atractivo un lugar para los agentes globales. Las zonas que consigan interesar a los inversores recibirán flujos de capital que aumentarán la actividad en la zona. Las causas por las que un teritorio se convierte en atractivo son varias: la fijación de centros de decisión públicos, la posición geográfica favorable, las comunicaciones, la accesibilidad hacia y desde ese lugar a otros, o la visibilidad pública.

Barcelona se ha valido de varios de ellos, pero el independentismo ha malbaratado algunos. La pérdida del ‘efecto sede’ para abordar todo el mercado español resulta muy perjudicial para mantener el interés de empresas multinacionales, ya que el mercado potencial pasa de 47 millones de personas a solo 7. Eso explica la deslocalización de muchas empresas en estos días junto a la inseguridad jurídica provocada por el gobierno autonómico.

En el caso de León, la pérdida de centros de decisión públicos por la acción de la autonomía conllevó el descenso en el atractivo. A eso se suma la falta de visibilidad que provoca la propia Junta eliminando la candidatura de León de las subvenciones europeas o la desaparición de las infraestructuras de León en los mapas que aporta, lo que hace aparentar que no existen. Además, como apoya la imagen de Valladolid como centro geográfico del noroeste, en sustitución de León, ocultando la condición favorable del triángulo Benavente-León-Ponferrada, el perjuicio es mayor.

Estamos viendo el coste económico de la erosión del efecto sede en solo unos días en Cataluña. Imaginemos lo que lleva siendo para León durante tres décadas. Por eso cualquier estrategia leonesa de desarrollo ambiciosa debe perseguir la recuperación de los centros de decisión públicos total o parcial, la recuperación de la visibilidad pública, la difusión de sus infraestructuras de comunicación entre los agentes económicos y la reivindicación como centro óptimo para la implantación de empresas en el noroeste peninsular. Cualquier plan que conlleve el mantenimiento de la situación actual solo puede prolongar el declive económico de León, que se traducirá en descender de los 450.000 habitantes, en el mantenimiento en los últimos puestos del país en tasa de actividad y en el descenso de de renta per cápita ya experimentado en los últimos años.
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