25/06/2022
 Actualizado a 25/06/2022
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¿Pueden unas elecciones autonómicas ser el termómetro de lo que sucedería en unas próximas generales? Depende. Que el PP gane en Galicia no es novedad, pero que lo haga en Andalucía y por goleada es raro, un acontecimiento histórico y, por ende, un síntoma.

Al PSOE se le acabó el feudo y debe estar Ferraz que trina. Está claro que no hay Sánchez que cien años dure. Nadie dura tanto en política. Hay que reconocer que esta última legislatura ha tenido que ser difícil. Una pandemia y una guerra volverían loco a cualquier Gobierno. La coalición de izquierda ha tenido en su gestión aciertos y errores, como todos. Quizás el comienzo se aventuraba esperanzador, pero los últimos pasos están siendo catastróficos. Es como si la marcha del gurú Iván hubiera dejado al partido noqueado en un ring tambaleante que resiste como puede las embestidas de diversos terremotos.

Los españoles tenemos fama de progresistas en general, nos gusta más la izquierda, la solidaridad, la modernidad. Pero cuando nos tocan el bolsillo y las cuentas del banco navegan en números rojos empieza a importarnos menos la propaganda ecologista o el feminismo imperante.

Los ciudadanos no están para milongas ni cuentos chinos. Necesitan un buen gestor. Alguien serio, solvente, con experiencia. Los experimentos con gaseosa, las medias tintas mejor en bonanza. Andalucía ha dejado claro que no quiere saber nada de coaliciones; afortunadamente, así los verdes tendrán que callarse un poco. El centro desaparece. Somos apasionados. Merengues o culés. Vino o cerveza. Cócteles mejor no.

Seguramente al caminar hacia las urnas muchos sevillanos han pensado: «Este Feijóo debió hacerlo bien en Galicia, si no ¿de qué tantos años mandando?». Ahí lo tienen báilenlo, el hombre que supo cuándo sería presidente. Allí está esta semana, en Bruselas, solicitando suspender el impuesto sobre la gasolina. Día D, hora H. Y luego lo llamarán ‘salvavidas’.
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