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El Dr. Tal y Mr. Lo contrario

05/11/2020
 Actualizado a 05/11/2020
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Cada vez que me asombra más el extraño caso del doctor Igea y míster Mañueco. El presidente autonómico apenas se ha quemado por la sucesión de marrones, mientras que su álter ego naranja resiste incansable en el papel de ‘machaca pisacharcos’. Extraño también el caso del doctor Simón y míster Illa, a quienes se les llena la boca pidiendo esfuerzos a la población pero lo mismo aparecen surfeando que en un guateque sin mascarilla. Son los primeros que deberían dar ejemplo cierto, pero es que los desdoblamientos de personalidad también se están volviendo contagiosos.

En todos nosotros habita estos meses un Dr. Jekyll que nos hace dar uso al bote de hidrogel tropecientas veces al día, reprender a quien no lleva mascarilla y que está convencido de que salva una vida con cada plan que cancela. Un modélico sanitario que, como en el relato de Stevenson, convive con nuestro particular Mr. Hyde. Ese otro yo que no toma una caña con bozal, que celebra reuniones si nadie tiene síntomas y que, aunque sin llegar a ser negacionista, admite que quizá todo esto del Covid sea un poco exagerado.

Millones de estas identidades disociativas individuales dan como suma una sociedad que también padece un evidente trastorno de personalidad. La juventud se debate entre los que quieren ser parte de la solución a un reto generacional y los que demuestran que solo pueden servir para mamarse o, mención aparte, causar disturbios. Los adultos tienen un yo que teme al traicionero virus y otro que lo hace a la ruina de esta crisis. La tercera edad ahí va, resistiendo en su bipolaridad, con un desequilibrio existencial entre el aprovecha y el sobrevive.

A estas alturas resulta evidente que todos acabaremos un poco pasados de vueltas con lo que estamos viviendo. Y es que en un mundo tan falto de equilibrio como el que está quedando, lo más sensato parece enfrentarse a las batallas que se nos presenten de una en una. Es decir, comenzar por cumplir las medidas sanitarias y atajar el problema primario: la pandemia. Después, quién sabe si mayor, vendrá otra guerra: la económica, para la que muchos ya están completamente desarmados. Mi Dr. Jekyll diría que solo un poco de orden nos libraría de tanto caos, pero la verdad es que ya no sé si quien escribe esta columna es él o su Mr. Hyde. Si digo tal o si digo lo contrario... ¡Qué extraño caso!
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