El discreto poeta de los silencios

Gaspar Moisés Gómez se ha ido tan en silencio como vivió. Abulense de León por los cuatro costados, poeta grande y silencioso, deja un legado poético importante y una huella imborrable de discreto hombre bueno

Fulgencio Fernández
20/11/2017
 Actualizado a 19/09/2019
| AMANDO CASADO
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Se ha ido Gaspar Moisés Gómez, el poeta, a los 90 años. Se ha ido en silencio, como le gustaba vivir, tanto que muchos amigos decían de él «el poeta de los silencios».

Y han sido esos amigos quienes rompieron el olvido de su silencio definitivo, reivindicando a Gaspar Moisés Gómez y a su poesía, y a su legado. Antonio Merayo, tan cercano a el, cerraba el correo en el que informaba de su muerte con un «¡qué enorme pena!». Cierto. Y recuperaba, para explicar la voz del poeta que se había ido, un viejo texto: «Gaspar Moisés escribe como echando a volar el verbo. De modo afinadamente lírico, entreverado de emotividad y reflexión, indaga sobre el amor en todas sus vertientes, la injusticia, la indefensión del ser humano ante los misterios que lo rodean desde el nacer hasta el morir, y el más allá sobre el que interpela a un dios que no responde. La suya es una poesía en alma viva».

Otro gran amigo suyo, Antonio Gamoneda, ya había ‘denunciado’ lo que piensa de Gaspar Moisés Gómez en el título de su último libro, editado en Luxemburgo y en el que el ovetense recitaba poemas de Gómez: ‘Cerrado exilio’, se llamaba el trabajo. Pues eso.

Gaspar Moisés Gómez tenía «buena prensa», quiero decir que se hacía querer por la canalla, siempre tan injusta, porque si le necesitabas, si le pedías unas lineas, un recuerdo... siempre estaba, pero nunca pedía nada a cambio, no anunciaba tres veces la llegada de su nuevo libro, ni dos, ni una...

- ¿Has sacado un libro?
- Ahí andamos, ya hace unas semanas que salió.

Gaspar Moisés Gómez era abulense de haber nacido en Ávila(en Serranillos) y de querencia y también leonés por los cuatro costados, paseante por sus calles, abogado en su despacho; casado con Emilia, la hermana de la pintora Petra Hernández, leoneses son sus cinco hijos (con nombres importantes en el mundo de la música), y un literato al que le gustaba escribir y leer en una esquina de uno de los comercios con más solera y sabor de la ciudad: El Serranillo, que regentaba la familia.
El poeta nos deja como legado una docena de libros, publicados desde 1968 al ya citado de 2016, el último. Pero la docena de obras no son nada en comparación con otras muchas que deja en los cajones —Gamoneda dice que debajo de la cama—, hijas de su pasión por la poesía.

Y por la amistad. Nada mejor para cerrar que el poeta que le dedicó el amigo, Gamoneda: «Me recojo / a mi soledad irreparable y me confirmo: / Ciertamente, / no hay nada en mí que creer, nada que cantar. // Canta tú, Moisés; canta. Obstinado. / Entra incesante a tu llaga profunda; crea incesante / la verdad en ti. // Y recuérdame».
Como recordamos a Gaspar Moisés.
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