El día de O’Henry

Era este hombre un escritor de los tiempos de la Gran Depresión, algo así como las crisis de ahora, que se encadenan una tras otra. Sus relatos eran conmovedores y no muy alegres pese a lo cual, se hizo un hueco en la literatura USA.

A mi me gustaron especialmente las ‘Memorias de un Perro Amarillo’, un can sin pedigree que se describía a sí mismo pensando como si su madre se hubiera cruzado con una caja de limones. Con todo, a pesar del humor inicial, destilaba tristeza.

Si me he acordado de O’Henry tal día como hoy es por ser día de Reyes, cuando esto escribo. Pero volviendo a lo que iba, cuenta este escritor la historia de una pareja que compartían su amor y su pobreza.

Él era un hombre honesto –¿habrá que explicar la palabra?– que trabajaba duramente con un sueldo como los de hoy pese a lo cual, a costa de muchas privaciones, ahorraba unos centavos para poder regalar algún detalle a su esposa.

Ella vestía con la ropa que ella misma confeccionaba y, a falta de pócimas cosméticas, pasaba horas peinando sus largos cabellos ante la ventana.
Así vivían su pobre existencia, soñando con días de bonanza. Cuando, de improviso, viejos barbudos vestidos de enanitos, anunciaron con sus campanillas que había llegado la alegre Navidad, la de los buenos deseos, felicidad partout y consumo desmedido...

Nuestro protagonista contó sus ahorros, mirando escaparates hasta que vio un prendedor que le haría mucha ilusión a su amada. Con el paquetito en el bolso, en papel de regalo y con una dedicatoria, volvió al hogar, donde su esposa le esperaba con ansiedad, guardando un regalo para su amado.

Con entusiasmo le abrió la puerta y después de un largo beso, intercambiaron los regalos. Ella le dio una pinza dorada para la corbata y él el broche para sus cabellos. La sorpresa es que el hombre había tenido que vender la corbata y la mujer su larga cabellera. Tras el disgusto inicial, se amaron como nunca jamás. Más que pesar, una prueba de amor.