13/03/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Si tu pie se desvía de nuevo, será cortado. Si tu mano te lleva a otro camino, se caerá podrida». Así comienza este poema de Neruda titulado ‘El desvío’. Aunque habla de amor –o eso parece–, yo hoy elijo la lectura que se fija en el camino, en la creencia de que existe un camino, un camino recto, un sólo camino válido, ortodoxo; en la amenaza explícita a todo aquel que se salga del camino, al heterodoxo, al hereje.

Pero no es cierto que exista un sólo camino válido. Esta creencia, aparentemente inocente, está en el origen de todas las guerras, las barbaries, de todos los crímenes. En realidad, sobre todo lo importante, la política, Dios, el número de ángeles que caben en la punta de una aguja, la forma azarosa que dibuja una nube, cuál es la mejor luna para podar los árboles frutales o si un lance de juego fue penalti o no, existen tantos caminos, opiniones, como personas y todas ellas válidas y, por esto mismo, todas inválidas.

Digamos que el camino, la elección del camino, es la metáfora de la libertad. Hemos llegado al convencimiento, estamos convencidos, de que la nuestra es la época histórica de la libertad, de que somos libres para elegir cualquier camino. Nos engañamos. Es cierto que se nos ofrecen múltiples caminos y que las leyes sancionan nuestro derecho a decidir libremente el que queramos. También los profesores ofrecen a sus alumnos una abundante bibliografía para preparar su asignatura. Sin embargo, al final, la mayoría de ellos, sólo aceptan su propio manual y quien se desvíe estudiando por otros libros no aprobará.

Fuera de las aulas sucede lo mismo. Cada uno es libre de pensar lo que quiera, nadie se atreve cuestionar la libertad de pensamiento, pero quien escribe la palabra libertad en una pancarta lo hace para imponer la suya, su camino. Pobre de aquel que se salga del camino, que piense libremente, pobre de aquel, porque será señalado como hereje, será cortado, caerá podrido. Los «autos de fe» con los que la Inquisición se libraba de los desviados se celebran ahora en las redes sociales, en las que se encienden fuegos para abrasar al disidente. Los fanáticos de entonces siguen siendo los mismos y nada hay más peligroso para ellos que el pensamiento libre. Malos tiempos para la libertad, porque creemos que ya no es necesario defenderla. Y la semana que viene, hablaremos de León.
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