Alfonso B&W

El desván de la memoria

07/01/2021
 Actualizado a 07/01/2021
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Hoy es el primer día del resto del año. Ver cómo la silueta de los tres magos se difumina poco a poco en el horizonte durante su regreso a casa hace brotar en mi cara una sonrisa solo comparable a la de aquellos tiempos en los que apenas levantaba dos palmos del suelo y rezumaba inocencia e ilusión ante lo que pronto se convirtió en una mera representación teatral.

La misma sonrisa que pude ver cuando un par de años me puse en la piel de Melchor para repartir regalos en la residencia donde estaban mis abuelos y donde ahora se ha iniciado la ansiada campaña de vacunación contra este puto virus que nos amarga la existencia y ante el que los mayores siguen siendo ejemplo de valentía y coraje mientras los demás nos dedicamos a discutir y dictar sentencias sanitarias, políticas o de cualquier otra índole a la hora del café.

Andábamos con prisa por dar carpetazo al infausto y aciago 2020, como si comiendo las uvas fuéramos a borrarlo de nuestra memoria, como si las dificultades se solventasen a vuelta de hoja de calendario o a golpe de matasuegras y espumoso en la copa.

Pero no solo no podemos hacer que el pasado año se esfume de nuestra historia, sino que tampoco debemos hacerlo. Guardar en el desván de la memoria el fracaso que como país hemos cosechado con la gestión de la pandemia impediría que aprendiéramos lección alguna para el futuro. Olvidar sería seguir confiando en políticos que satisfacen más nuestro estómago que nuestro cerebro. Olvidar sería ignorar que la cosa pública es un sumidero de euros que desagua en la inoperancia. Olvidar sería indultar la mayoritaria irresponsabilidad de un pueblo que se pasa las restricciones por el arco del triunfo.

Son las dificultades las que nos curten, las que nos forjan como personas y como sociedad. Y obviarlas solo provoca inmadurez y sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor por peliagudas que sean las páginas de nuestra historia. Y ahí está el ejemplo de los mayores, que soportan la economía de muchas familias y animan a que nos vacunemos. Siguen al pie del cañón porque no han olvidado todas las veces que las han pasado canutas en la vida. Y por eso han aprendido también a valorar las cosas buenas y recobran la sonrisa de su niñez cuando ven venir a los magos.
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