29/01/2020
 Actualizado a 29/01/2020
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Como si de un prestidigitador se tratara, como si quisiera mantenerse oculto detrás de Francisco Igea, que siempre está dispuesto a opinar de todos y cada unos de los temas que se le pongan por delante, los primeros meses del mandato de Alfonso Fernández Mañueco han sido más que una balsa de aceite. Para lo más complicado siempre ha tenido a su vicepresidente, para que sea él el que se lleve los palos (esto no significa que el hacedor de la supuesta revolución sanitaria rural no tenga ninguna culpa), mientras el presidente de la Junta espera tranquilamente a que pasen todas las marejadas. Por eso no es de extrañar que en muchos de los actos a los que acudía el máximo responsable del Ejecutivo autonómico pasara de largo sobre los asuntos más escabrosos, sobre todo los sanitarios, que a tanta gente afecta por más que cada vez haya menos vecinos en los pueblos. Pero el presidente de la Junta comienza a destaparse, porque eso de que se lleve los focos Igea por sus salidas de tono le podía quitar el protagonismo. No hay más que ver cómo ha empezado a atacar al Gobierno central, siguiendo el argumentario del partido, no sea que en el exgranero de votos del PP su líder piense de forma diferente y sea señalado por ser más cabal, como el de Aragón o el del País Vasco. Lo demostró también cuando tuvo que hablar sobre la moción autonomista de León, al tiempo que amenazaba a los concejales populares que la apoyaran, y cada vez está más suelto en esto de dejarse ver con sus declaraciones, como cuando decía que Castilla y León es un ejemplo de éxito, aunque sigamos esperando a saber sobre qué. Y ahora vemos que en Ávila empieza a dilatar su promesa de instalar radioterapia, así que habrá que estar atento si actúa igual en Ponferrada con este mismo proyecto y en Villaquilambre con su saco de regalos...
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