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El desafío de la madreña

01/10/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Bajé en el coche de linea de Martiniano para León (en la Feve no quiero bajar porque no cobran el billete y así parece que no presta) porque me tocaba hacer los recaos de la semana. Duchao, con champú al guevo y gel de flores del Caribe, iba más pincho y derecho que si me hubiera tragado la aijada de llamar a la pareja cuando me asaltaron las mesnadas de gentes con las banderas de España.

Dije (bueno, lo pensé porque no me salía el hablao) «¡hostia, los boy-scouts!» pero me parecieron mayores para ese asunto, aunque viendo los que vienen cada año al Certamen de Tunas uno ya duda. Pero no.

El asunto que traían entre manos es que «se rompe España» y yo les pregunté «pero ¿parte por aquí?» porque me acordaba de cuando vino Alfredo Prada a inaugurar la bandera del pueblo, el siglo pasado, y ya nos habló de la Unidad de España. Y se puso atorrante y largo, tanto que ya le dijo Serafín: «Si yo no me aparto (que es como decimos en los pueblos que igual tienes razón) de que se rompa España, pero yo creo que no parte por aquí».

Pues estos decían que sí, que parte hasta por Tabanedo y por Busdongo y por todas partes. Y sacaban las banderas como cuando nos llevaba el maestro a ver pasar a Franco cuando iba a pescar (bueno, a que se lo pescaran, como explica Vicente el de La Uña) el salmón.

Menos mal que llegó Fonsín el de Redipollos, que venía de ver a la orquesta Garibaldi en Matanza, y me dijo: «Tira conmigo para la Diputación, que hay un plan de emprendedores y ponemos en marcha la fábrica de madreñas de una puta vez». Se le veía enfadado y mira que él es más de hacer comentarios que de enfadarse.

Oye, pues que en la Diputación nos dijeron que había muy buenas lineas de financiación y desarrollo para el sector de la madreña, porque toca lo de emprendedor, lo autóctono porque además la madreña parece que pide boina de remate y lo de fijar población en el mundo rural porque bajar a pasear por Ordoño en madreñas parece que no.

Oye, que pienso en Pujol en madreñas y hasta parecería alto.

El desafío de la madreña.
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