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El derecho de admisión

09/11/2020
 Actualizado a 09/11/2020
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Cuando se podía ir, todos vimos alguna vez el típico cartel en bares o restaurantes que indica que el establecimiento tiene reservado el derecho de admisión; un cartel que cuelga de las paredes o la puerta de muchos otros lugares públicos y que cuando uno no está muy puesto en asuntos de derecho tiende a pensar que el dueño del negocio decide quien entra y quien no o que el tipo que está detrás del mostrador puede –si le da la gana o el cliente no sabe comportarse– agarrar al feligrés por el brazo y sacarlo para la calle.

Ojalá fuera así de fácil. Pero en esta España nuestra en este tema ocurre como con los okupas, que se te meten en un piso vacío, te lo desarman y al final tienen ellos más derechos sobre el inmueble que tú, que te levantas de la cama para trabajar, pagar la casa en cuestión, el chalé con piscina, el apartamento en la costa o lo que te dé la gana y muchos impuestos para que al elemento que se apropia de tu propiedad a la que no te dejan viajar por si acaso llevas el virus le den una paguita por estar todo el día, un día detrás de otro, tocándose…

–Quieto, Pedro, no seas soez ni sigas que tu intención era escribir de otra cosa.

–Ya, pero sabes que estos temas me envenenan. Y me desmoralizan porque creo que la cosa con esta gente no va a ir a mejor. Y me malean.

–Por eso. Déjalo ahí.

Le decía, antes de que mi Ángel de la guarda me interrumpiera para frenar mi intención de echar leña al fuego, que hay locales que creen que el titular puede decidir sobre la marcha quien entra y a quien echar. Qué ingenuos. Como la mueblería de La Bañeza que hace unos años, en tiempos de bonanza, exhibía un cartel con orla a la puerta donde decía: «Abstenerse de entrar personas con mal aspecto» para enumerar media docena de normas a cumplir por el cliente.

Al hilo del derecho de admisión, lo que venía a decirle hoy es que me parece una lástima que quienes hacen las normas y las aprueban no sean los hosteleros, y una injusticia que los dueños de bares y restaurantes que están pagando los platos rotos no puedan prohibir la entrada en sus locales a ya sabe usted quienes. Es una lástima... salvo que seas un popular mesonero de la Plaza de San Martín.
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