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El decano del crimen

28/06/2020
 Actualizado a 28/06/2020
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Os juro que llegué a pensar que Joaquín Nieves era inmortal. Que a cambio de no dejar de ser periodista ni un segundo de su vida había hecho un pacto con el diablo, una creencia que alimentaba el hecho de que él jamás olvidó aquel día que Manuel Fraga vino a inaugurar el Parador,Joaquín acudió como periodista y gallego, que había conocido a don Manuel en su etapa orensana y quedó gratamente sorprendido cuando elpolítico nada más verlo se fue hacia él, le tendió la mano y le dijo: «¡Qué bien te conservas Nieviñas!».

– Usted también don Manuel; acertó a balbucear Joaquín.

Descubrir esta semana que no existía tal pacto me produce una tremenda desazón, dejar de ver y, sobre todo escuchar, a quien siempre saludaba como ‘El decano del crimen’ es mucho más que dejar de ver a un colega, yo diría que un amigo si él quiere, es dejar de ver a un símbolo. Para mí Joaquín significaba el cariño inmenso, la cercanía y la admiración por alguien con quien no compartes prácticamente ningún mandamiento de la forma de entender la vida, lo que te hace creer en el género humano, pues por encima de todo ello estaba la generosidad y la diaria lección de estar en la vida en periodista ¡Qué más da la cifra oficial de muertos en aquel tren!

Joaquín siempre caminaba con su perro y el pinganillo de la emisora con la que pirateaba a la de la Policía y metía a Mauricio en problemas: «¡Mauri, Mauri, hay un muerto en la Candamia!». Y cuando llegaba la policía y ya estaba Mauri allí se montaba la tremolina.

Y aquellos impagables sueltos que publicaba en La Crónica en los 80 sobre recuerdos y viejos sucesos, aquellos titulares: ‘Atropello de una cerda’, ‘ Abofetea a un alguacil’, ‘La senda de la muerte’ o, el que más le marcó, el accidente de un autobús con niños, porque detrás del ruido de la emisora latía el inmenso corazón del decano.
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