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El debate territorial

09/02/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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La presión del independentismo en Cataluña ha concentrado el debate territorial en España. Esta deriva hacia el monotema catalán aparta la atención de la que debería ser inicialmente una discusión basada en datos. El independentismo pone por delante los sentimientos, que parecen tapar toda argumentación alternativa. Incluso llega a inducir un efecto perverso en el resto del estado que desliza el análisis hacia el mismo campo de juego: el sentimental.

Sin embargo hay una realidad objetiva que, sin devaluar el valor de lo identitario, tiene dos ejes principales en lo territorial. El primero es que no hace falta ya especular sobre el resultado de la centralización o la descentralización en España porque 35 años de estado autonómico nos contemplan. Los resultados son claros. Se ha llegado a un nivel de descentralización que pocos países en el mundo pueden igualar. El país ha depurado un sistema de gestión pública poderoso, ya que funciona eficazmente en términos de prestación de servicios. Las cifras de evolución económica son globalmente extraordinarias. Además España ha desarrollado la malla urbana más potente de Europa bajo este periodo.

El segundo vector del debate territorial, el estadístico regional, descubre que son las autonomías uniprovinciales las que mejor han evolucionado respecto a sus entornos. Los tres parámetros clave: empleo, renta y población así lo demuestran. Cada autonomía uniprovincial es mejor que las provincias de su entorno que no lo son. Casos intraautonómicos de diferencias intolerables como Coruña/Orense, Valladolid/Zamora, Toledo/Albacete, Sevilla/Jaen o Valencia/Castellón demuestran el mal resultado de las autonomías multiprovinciales. De hecho reclamaciones como la de la autonomía leonesa deberían basarse en modelos uniprovinciales, para agruparse a posteriori en función de lo sentimental y lo cultural. Así lo demuestra la experiencia vasca, tan fructífera en términos de renta y empleo.

Es una evidencia que todo lo que salió de Castilla (entendida como maremágnum donde la diferenciación no existe) progresó bien. Todo lo que quedó en Castilla fue mal en estos 35 años. Así comparar León con Cantabria y Navarra, que eran provincias similares hace tres décadas, causa dolor a los leoneses. Por eso planteamientos centralizadores –como los de Rivera por ejemplo– sedicentemente racionales, son puramente ideológicos en lo territorial. No hay nada objetivo ni basado en la experiencia que apoye las tesis centralizadoras. En consecuencia el debate territorial debe plantearse sobre otras bases.
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