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El debate de la gestación por encargo

04/09/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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En los últimos días la prensa se ha hecho eco del caso de Carlos y Cristina, un matrimonio español que el pasado 5 de agosto viajó a Ucrania para recoger al bebé que han tenido mediante la técnica de la gestación subrogada y, que desde esa fecha, se encuentra, según sus propias palabras, «en el limbo burocrático y con un bebé apátrida».

En España, pese a no existir registros oficiales, la cifra de personas que recurre a la gestación subrogada como medio para ser padres parece que ha ido en aumento en los últimos años y se presenta, para muchas parejas, como la única alternativa para tener un hijo con vinculación genética.

Sin embargo, el acceso a la maternidad subrogada en España no resulta sencillo. En primer lugar porque en nuestro país, el artículo 10 de la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistidas, recoge expresamente que el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero, es nulo de pleno derecho. Se trata por tanto de una técnica que hoy por hoy es ilegal, pese a que el debate en la esfera pública ya se ha introducido, no exento sin embargo de controversia y objeto de posiciones enfrentadas entre los diferentes partidos políticos.

Muchos de los países en los que se admite está técnica de gestación, cuentan con regulación propia, si bien en muchos casos bien dispar entre ellos. En algunos sólo se permite la modalidad altruista de la gestación, en la que no cabe ningún tipo de compensación económica para la gestante, a excepción del pago de los gastos que se generan en el propio embarazo. Sin embargo, países como India, sí permiten la subrogación ‘comercial’ y admiten la contraprestación económica para la gestante. Esta nota económica, es probablemente la que más dudas plantea en algunos sectores de la opinión pública de nuestro país, que ven en ello una mercantilización y cosificación de la mujer, motivo de oposición hacia esta técnica de gestación.

Los partidarios de la maternidad subrogada, defienden sin embargo su regulación de forma exhaustiva bajo los principios de dignidad, libertad, altruismo, solidaridad, igualdad y protección integral de los hijos y las mujeres, como medio de enriquecer las formas en que los ciudadanos disfrutan de la familia y medio de fomento de la natalidad. Así se recogía expresamente en la Proposición de Ley presentada hace un año por el Grupo de Ciudadanos, único grupo del arco parlamentario que muestra un posicionamiento sin fisuras ‘aparentes’ en este tema. Y decimos aparentes, porque, como en todo, ya se han oído las primeras voces internas en la formación naranja en contra de esa regulación. Las más duras y contrarias este mismo mes, de mano de la eurodiputada Carolina Punset, en su artículo ‘¿Capitalismo puro y duro?’ publicado el 3 de agosto en el ‘Mercantil Valenciano’.

No cabe duda de que en España se ha abierto el debate ético, político y social sobre la posibilidad de legalizar la gestación subrogada y, en los últimos días se ha retomado con más fuerza dada la situación en la que se encuentran, además de Carlos y Cristina, otras parejas que como ellos han recurrido a esta técnica de gestación.

Al margen de consideraciones ético-jurídicas, lo cierto es que cada vez son más las personas que, en ausencia de una regulación acuden a empresas o intermediarios, en algunos casos de dudosa legalidad, para superar las trabas y buscar una madre dispuesta a gestar a su hijo. Es una realidad cada día más frecuente y que, de alguna manera, necesita algún tipo de control en nuestro ordenamiento que evite situaciones como la que están viviendo Carlos y Cristina porque, más allá del problema de la inscripción de nacimiento de los menores, cuyas madres gestantes, mediando un contrato de gestación por sustitución, han renunciado a la filiación materna, lo cierto es que se trata de un fenómeno social que no se puede evitar. Y en este escenario hay mucho que decir y plantear, mucho que pensar y cuestionar, porque es evidente que se trata de un tema delicado que atrae sensibilidades encontradas y que requiere del más amplio consenso para evitar situaciones de abusos y vulneración de las personas más débiles que pueden participar en estos procesos.

La cuestión no es baladí y el debate parece tener un recorrido aún largo, pues si regulamos la gestación subrogada, ¿se conseguirá realmente mayor garantía y protección de las mujeres para disponer de su cuerpo, o se estará legalizando de alguna manera su mercantilización?

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