El cupo es Garzón

Enterrada la meritocracia la pelea de la mediocridad se libra en la búsqueda de una cuota de la que formar parte. Los hay que andan cada día mirándose al espejo para intentar descubrir esa realidad física o cultural que les abra de par en par las puertas sin tener que aportar merecimiento alguno. Esa vulgaridad, no hay nada más vulgar que promocionar sin demostrar virtud, está cimentando una sociedad empobrecida, hipersensible y torpe. Aquellos que en los noventa ansiaban ser funcionarios ahora sueñan con ser parte de un cupo por el que exigir un sitio y ofenderse si alguien cuestiona su derecho social a quitarte el puesto.

El gobierno de Pedro Sánchez es maestro en cuotas. En su extensa composición todo nombramiento encaja en su tetris de sensibilidades diversas e incluyentes. Está la cuota paritaria, la catalana, la del viejo PSOE, la andaluza, la homosexual, la técnica, la joven, la política y, por supuesto, la pactada con Unidas Podemos en el acuerdo de coalición. Esa es también su manera de gobernar. Y el problema de una sociedad de cupos es que tienen efecto matrioska. Porque dentro de Unidas Podemos también hay que justificar cuotas. Alberto Garzón, ministro de Consumo, es el paradigma del cupo. Cuota de Izquierda Unida en Unidas Podemos y cuota de Unidas Podemos en la coalición. Así, sabiéndose un mero peaje, decidió empezar a vestir traje el mismo día que cartera de ministro. También estética es su idea del respeto.

La enésima polémica de Garzón, otra vez atacando al sector de la carne, vuelve a poner de manifiesto su ignorancia y malicia para contentar (en este caso) a su cupo de votantes ecologistas verdes y urbanitas. Aunque lo peor de las cuotas es que se saben intocables. Justificaban aquellas declaraciones ‘a título personal’, como si pudiera haber declaraciones personales de un ministro sobre temas de su competencia. Somos afortunados. Ya no somos números, ahora somos cupos. El colmo de la deshumanización.