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El culo y las témporas

06/01/2020
 Actualizado a 06/01/2020
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Comencemos bien el año. Por una vez, no seguiremos a Antonio Machado, cuando le decía a Max Aub: «Yo no puedo escribir sobre lo que me rodea y sucede. Yo escribo con el recuerdo». Era en su corta estancia en Barcelona, en enero de aquel aciago 1939 cuando llegó «cargado de años, de laureles y de achaques», como dijeron de él, y acompañado de su madre octogenaria y su hermano, su cuñada y sus sobrinas.

Hablemos de la autonomía leonesa. ¿Por qué no? Rompamos la ‘y’ de Castilla y León, ese fallido engendro político que se va pudriendo dentro de nuestra Constitución, en un divorcio que ‘la parte demandante’ vuelve a reclamar ahora. Nada de nacionalismos. Nada de repúblicas. Nada de intentos de destrucciones de la nación española. No confundamos el culo con las témporas. Nada que ver con lo que sucede en Cataluña. ¡Por favor!

A una sociedad que acepta ya con normalidad el divorcio en cualquier matrimonio que haga aguas no debiera sorprender que una región española tratara de separarse de la pareja que le impusieron ciertos intereses, y con la que se ha convencido de que no va a llegar a ninguna parte porque se han ido acumulando los agravios y la cosa no tiene visos de cambiar. Como reza el llamado ‘Manifiesto de intelectuales y profesionales’ el principal motivo del divorcio sería: «El aumento de la decadencia y los desequilibrios de un territorio autonómico cuya vertebración pareciera mal diseñada desde su origen».

Comencemos bien este 2020, postrero de su década, que es la segunda del S. XXI, y permítasele al cronista dejar de lado el criterio de uno de sus mayores maestros, Antonio Machado, al que su propio país, y unos mandamases obtusos y malevos, llevaron al exilio y a la muerte, quizás por no ser capaces de separar unas cosas de otras. O por confundir el culo con las témporas, que es un consabido deporte nacional. Pero, sigamos con el manifiesto: «Tras años de vinculación, la debacle económica y social es manifiestamente dramática».

Cargado de años, no de laureles ni de achaques, el cronista habla, desde el ojo del huracán (Cataluña) de aquello que está viendo y viviendo, en un exilio interior que no le aparta del uso de la razón y del sentido común y le permite distinguir ‘las voces de los ecos’ en esta cuestión de la separación de León de la comunidad de Castilla, y, aunque nadie se lo haya pedido, tal vez por no ser considerado ni intelectual ni profesional, suscribe el citado, referido, manifiesto, porque no quiere confundir el culo con las témporas.
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