El contagio en los pueblos "no es ningún cuento chino"

Hoy será el primer día del año que al acabar el ordeño quizá haya quien encuentre aún el sol en el cielo porque hay una hora menos y una más "para que todo pase"

T.G.
29/03/2020
 Actualizado a 29/03/2020
Las ventanas muestran lo de siempre, aunque estos días el paisaje no parece el mismo de hace quince días. | L.N.C.
Las ventanas muestran lo de siempre, aunque estos días el paisaje no parece el mismo de hace quince días. | L.N.C.
Más silencio. Más aún. Si hace una semana imponía, ahora ya duele. Porque las cifras de contagios de coronavirus en el sur de León empiezan a tener nombre y «eso es otro cantar». Un vecino, un familiar, el compañero de partida, el padre de un amigo, la mujer de un conocido... El Covid-19 pasará a la historia de la vida de todos pero en alguna casa ha entrado con fuerza para sentarse en la mesa y añadir más silencio, como si tuviéramos poco. En la calle la quietud de los paisanos hace que los pájaros píen con más intensidad. Cualquier sonido fuera de la común que provenga del exterior predispone a uno a moverse en la silla a ver qué pasa. No pasa nada, ni nadie. Nos lo cuenta la ventana que encuadra estos días lo de siempre, aunque lo enseña como nunca lo había hecho hasta ahora.

Tuvo que venir el coronavirus para que en algunos pueblos pudiesen recuperar el espíritu perdido de la hacendera. O igual nunca se llegó a ir del todo y no cuesta encontrar voluntarios. Enfundados en monos blancos, con mascarillas, guantes y un bombo de sulfatar a la espalda, recorren cada rincón quienes se han sumado al llamamiento de los consistorios para desinfectar las calles. Los tractores dejan por unas horas las tareas de sementera para cambiar una estela del polvo de la tierra por una bruma de agua con lejía, una estampa que antes se había contemplado en el rectángulo de la tele pero que ahora, a través del de la ventana… «Eso es otro cantar».

Se multiplican las agujas en cada rincón de la Vega del Esla y del Páramo para ponerse manos a la obra con la confección de mascarillas de tela. No son las ideales, pero sí las precisas cuando más vale eso que nada. «Ayudas a quien lo necesita, aprovechas todas esas telas que llevan esperando tiempo en un cajón a convertirse en un mandil, en un falda o en una sábana, y que al final nunca nada... y además mientras coses, no piensas», comenta una de esas mujeres que lleva unos cuantos días con el salón de su casa convertido en un taller de corte y confección a pleno rendimiento. «Hice unas de flores que quedaron la mar de guapas, hija», explica haciendo alarde de un trabajo minucioso para el que «lo más importante es que sean cómodas, que hay quienes tienen que pasar mucho tiempo con ellas». «Esto va de ayudar, ¿no? Pues ya está, lo que haga falta», espeta antes de despedirse para seguir con la tarea. «A ver si llegan las de China, porque esas ya son otro cantar…».

Mientras llegan y no, desde Urdiales del Páramo y hasta Valderas están también las impresoras 3D a pleno rendimiento; y quien tiene un rollo de sacos de basura en casa está preparando batas para los sanitarios. «Te cuelgo, que si me despisto lo corto mal y no estamos para desperdiciar». Se repiten los gestos de ánimo y aunque no haya aplausos en los pueblos más pequeños hasta los trabajadores de Mansurle se han encontrado con un mensaje en un contenedor de su zona: «Gracias por vuestra tarea».

Los más mayores cuentan con quienes les hacen la compra porque se acabó eso de ir un día a la semana a echar la mañana a Valencia de Don Juan. Y hasta en la misma cabecera de comarca hay un equipo de voluntarios coordinados con Protección Civil que se encargan de hacer los recados a quienes no pueden saltarse el confinamiento ni para comprar lo indispensable. «Son muy serviciales, no veas», explica una de las beneficiarias de este servicio coordinado por el Ayuntamiento coyantino. Las dependencias municipales son estos días improvisados centros logísticos a los que van a parar los encargos de los vecinos más mayores o enfermos, el material para confeccionar la vestimenta de los sanitarios, los elementos que ya han finalizado… «Nos sentimos tremendamente orgullos de la inmensa mayoría de coyantino», afirma Juan Pablo Regadera, alcalde del municipio. «Han sabido acatar las órdenes de confinamiento con responsabilidad y con la altura de miras suficiente para entender que este es un problema de todos y que todos debemos estar unidos en su solución», incide. Pero no se olvida Regadera «de unos pocos inconscientes e insolidarios», que los hay en todos los pueblos, personas a las que aún no ha llegado el mensaje de quedarse en casa y que alrededor de los pueblos ven un halo de «aquí eso no llega» o de «aquí no pasa nada». Y pasa. Por eso en la Zona Básica de Salud de Valencia de Don Juan hay 51 contagios. En la de Valderas suman 22 y en la del Páramo, 63. «Hay que tomárselo en serio, esto no es ningún cuento chino».

No perdona así el coronavirus al medio rural. Lo único que nos ha perdonado es el tiempo y tan solo 60 minutos con el cambio al horario de verano, aunque todavía sea primavera. Hoy será el primer día del año en el que al acabar el último ordeño quizá aun haya sol para volver a casa desde la cuadra pensando en las ganas de no hacer el recorrido solo. «Cuando todo esto pase…».
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