denise-aldonzab.jpg

El coñazo de la palabrería

12/03/2015
 Actualizado a 17/09/2019
Guardar
En los últimos días se ha hablado mucho de igualdad y, entre palabras huecas, he intentado comprender si a los que se les llena la boca al condenar el sexismo les preocupa algo más que la eterna confusión entre una ofensa y la economía del lenguaje. Pero más allá de manifiestos y de mensajes vacíos de los miembros y las miembras de diferentes colectivos, la celebración del 8 de marzo ha llenado estadios de fútbol.

Los cánticos de un puñado de machos de los de antes que, cacareando cual gallinas, aplaudían la goleada del bético Rubén Castro han saltado a la primera plana de periódicos e informativos por los ataques y vejaciones que una parte de la afición profería contra la ex pareja del futbolista, que ha sido procesado por sendos delitos de agresión. «Cada uno es libre de decir lo que quiera», dijo él antes de que el club le apremiase a rectificar. Disculpen el comentario, pero qué fuerte me parece que el chico, héroe del balón y esclavo de su mediocre capacidad expresiva, apele al derecho a la libertad de expresión para justificar lo injustificable.

Y vuelta a la palabrería. En general, estamos más que hechos a los vicios del lenguaje. Los conocemos desde la escuela donde las jornadas de educación sexual concentran su programa en enseñar a los jóvenes los crudos matices entre un día cojonudo y un coñazo de día, y poco más.

A lo que no estamos acostumbrados es a cerrar la boca, a que la fiesta de la mujer sea en camposanto y a que los efectos de la diferencia no se queden en palabras, sino que ocupen hasta tres cementerios diferentes, en este caso de la Comunidad Valenciana. ¿O sí?
Lo más leído