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El comunicado de la claudicación

26/12/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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No hay más remedio, aunque sea por mera supervivencia, que hablar una y otra vez de lo que está pasando hoy en Cataluña. Es agónica la tarea de encarar el permanente desafío separatista, que cada día genera toneladas de basura mental, política y moral, tanta que absorbe casi toda la energía nacional. Liberada de esta patológica fijación, ¿qué sería hoy España si pudiera dedicar el enorme talento, creatividad, iniciativa, capacidad de organización y solidaridad de la mayoría de españoles, a resolver los problemas de la desigualdad, a crear riqueza, mejorar nuestra producción, preservar y potenciar nuestro patrimonio natural, cultural y artístico?

Pues no, mientras la amenaza de la disgregación del Estado siga ahí, como Sísifo una y otra vez intentaremos llevar el peñasco hasta la cumbre para arrojarlo al abismo. Pero como nuestra condena no es obra de los dioses, sino de los hombres, un día, y no muy lejano, esta pesadilla acabará, porque no habrá otra salida que sucumbir o derrotar a los causantes de tanto daño. Estamos llegando a un estado crítico, porque nunca los asaltadores del orden constitucional y democrático habían llegado tan lejos. Nunca se ha hecho más explícito el intento de destrucción de España y el desmoronamiento del Estado, como aparece en el ‘Comunicat conjunt dels Govern catalá i espanyol després de la reunió de Pedralbes’, un texto que pasará a la historia como la más grave amenaza para la democracia desde su instauración en 1978.

Analicemos alguna de sus trampas semánticas, tan descaradas que es inaudito que no hayan causado mayor estupor y preocupación. El título supone ya el reconocimiento de dos gobiernos-estado (catalán y español) separados, que celebran una reunión bilateral para tratar, nada menos, de cómo culminar y hacer definitiva su separación, ya iniciada de hecho. De President a Presidente, de Govern a Gobierno, con foto incluida que refleja la absoluta paridad. Ni un sólo gesto o indicio que señale la superioridad jerárquica, institucional y política del Presidente y el Gobierno de España frente a un gobierno regional, que no otra cosa es el que preside Torra.

Sigue el comunicado afirmando que ambos gobiernos coinciden en reconocer que existe «un conflicto sobre el futuro de Cataluña». Llamar eufemísticamente «conflicto» a lo que no es más que la culminación de un proceso de rebelión e insurrección perfectamente planificado y llevado a cabo paso a paso desde hace cuarenta años con el único fin de lograr la independencia, es algo políticamente intolerable y democráticamente repulsivo. Aceptar el término es ya firmar la claudicación, reconocer que hay dos partes que simplemente discrepan y que basta con «dialogar» para llegar a un acuerdo.

El conflicto, además, no tiene nada que ver con el presente, sino con «el futuro», o sea, sobre cómo consiguen unos la independencia, y cómo otros logran hacer tragar a la sociedad española ese batracio para que no parezca lo que es. O sea, para unos «reformar el Estatuto» forzando o desgarrando la Constitución hasta dejarla hecha un guiñapo, para otros aplicando su propio marco jurídico (el ya establecido en las leyes de desconexión). Lo que prevalece, por si hay dudas, es este último «orden» jurídico, de acuerdo con lo que expresa el comunicado, del que han sido borradas de modo explícito la Constitución y el Estatuto en ella fundamentado.

Hablan también de pasar a un «diálogo efectivo» o «real», lo que significa que hasta ahora toda la matraca del diálogo, todos los encuentros y reencuentros, viceencuentros, retroencuentros y postencuentros, laterales, colaterales y bilaterales llevados a cabo no han sido más que cuento; a pesar de todas las cesiones y concesiones y dejaciones y claudicaciones y pasteleos y prevaricaciones llevadas a cabo por todos los Gobiernos, desde Felipe a Aznar, de Zapatero a Rajoy y ahora de Sánchez, todo lo cual no ha servido más que para ir haciendo irreversible lo que muchos ya hace tiempo han aceptado como inevitable, pero a lo que no está dispuesto a resignarse cabestrilmente el pueblo español, cada día más indignado y dispuesto a acabar cuanto antes con ese macabro proyecto de enfrentamiento, desunión y autodestrucción.

Le llaman «solución política» a esto. ¡Y tratan de excluir de ella al conjunto de españoles para que sea «la ciudadanía catalana» la que decida «el futuro de Cataluña», como si eso mismo no supusiera decidir sobre el futuro de España! El PSOE está empeñado en clavarse un puñal en el pecho. Previamente, claro, ha dejado que un arribista como Sánchez le tape los ojos y selle la venda con escayola. ¡Pues que desaparezca cuanto antes y deje paso a otra izquierda que parta del principio de que España es el bien común y la mayor garantía de la igualdad entre todos los españoles!
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