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El color de la ciudad

09/09/2022
 Actualizado a 09/09/2022
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Con esto de las vacaciones, y el respiro, que no el final, que la pandemia nos ha dado, el personal se suelta el pelo y decide que hay que salir del cascarón, ya sea más cerca, ya sea más lejos.

Y por aquello de más lejos, uno se va hacia Centroeuropa, los Alpes, el Tirol y por ahí, y, aparte de verdes paisajes, montañas, incluso nieve, me asombran las casas de por allí: limpias, floreadas y pintadas, diría yo que con primor. Y no simplemente pintadas, sino realmente ilustradas, con imágenes perfectas y asombrosas. Y no sé cuándo fue la última vez que se repintó y retocó, pero talmente parecía que había sido ayer.

Y a su vista, uno mira hacia aquí y, la verdad, se te caen los palos del sombrajo, dicho coloquialmente. Al hilo de esto, comentaba con Ovidio Prieto, arquitecto que fue del Catastro, que está haciendo una gran labor tanto en Facebook como en el Diario de León poniendo en valor edificios de la ciudad a los que casi no miramos, aquellos que no son ni la Catedral, ni el Musac o San Marcos, pero que la conforman, no con tanta importancia, claro, pero sí con gran dignidad, comentaba, digo, precisamente ese aspecto del color en los edificios, especialmente en aquellos que se restauraban, reponían o, simplemente, repintaban. Y coincidíamos en que la cosa era francamente mejorable.

Quizás porque en la actual situación económica últimamente se están reconstruyendo una buena cantidad de inmuebles, de esos de fachada de mortero pintado, incluso porque se estaban adecentando, se han repintado en los últimos años bastantes edificios. Y el resultado se puede decir que no siempre ha sido satisfactorio.

¿Alguien controla estas operaciones?

Parecería que eso de los colores no tiene mucha trascendencia, pero no es así. Hace bastantes años, más de 50, cuando Menéndez Pelayo (el arquitecto hermano del escritor) oficiaba de arquitecto del casco antiguo, implantó el criterio de que, cualquier casa que se derribara y reedificara en ese entorno debería pintarse en un color verde suave que no interfiriera con los colores habituales de la calle. Grave error. Cuando pasados los años las casas nuevas no eran una, sino diez, la calle se había convertido en un camino gris verdoso, sin carácter ni sentido. Años después, Javier Ramos siendo arquitectos de cultura diseñó una carta de colores, aun hoy vigente, a la que había de atenerse la nueva edificación, poniendo así orden en las rehabilitaciones o nuevas construcciones.

Dejando aparte el casco antiguo, en esta ciudad hay una buena cantidad de edificios, muchos catalogados, pero también sin catalogar, con fachadas de revoco o similar que originalmente se pintaban. Racionalistas, en su gran mayoría acabados con pintura, calles enteras con edificios de principio de siglo y hasta la guerra igualmente pintados o simplemente construcciones de edificios sin pretensiones, sólo para vivir. Son miles de metros de fachadas para pintar.

La rehabilitación de edificios antiguos es algo que se viene haciendo hace tiempo, y aún más desde pandemia. Pero no solamente. También, y es de agradecer, se están acometiendo reparaciones y rehabilitaciones de fachadas, que falta hace.

Lo malo es que esas nuevas ‘caras’ de los edificios, quitando excepciones, que las hay, no pasan, en muchos casos, de cumplir un compromiso o, simplemente, se acaban con una paleta de colores que da resultados, como poco, decepcionantes, cuando no esperpénticos.

Bueno sería que, de alguna manera, se controlara, qué y cómo se va a hacer, tal y como se hace en el casco antiguo, respetando en la reposición, al menos las formas y colores originales. Es más, cabe aquí recordar que, al igual que un libro, el proyecto del edificio es propiedad intelectual del arquitecto autor (cosa que casi nadie sabe), y que, al igual que esa propiedad intelectual protege la integridad del libro, protege también el edificio, y muy especialmente la fachada, el elemento más visual y que más lo personaliza. Y es que viendo alguna de las restauraciones, aparte de hacerse evidente que ni se ha tenido en cuenta al autor en su proyecto, si éste levantara la cabeza, pues de edificios antiguos se trata, seguramente le daría un patatús.

Sin contar las que, en edificios de menos singularidad, se han llevado a cabo con más que dudoso gusto o simplemente para salir del paso.

Es evidente que para gustos se hicieron los colores, que lo que a mí me gusta a otro le parece horroroso y viceversa, pero hay límites y directrices que se deben respetar.

Por lo que en su rehabilitación, y en estos momentos de crisis ese tipo de actuación es casi mayoritaria, así como en el simple adecentamiento de fachadas, se han de repintar.
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