El cóctel Destinoleón

¿Qué pedir? Un combinado para dar las gracias a Erasmo, a León, por los que aquí vivieron y por los que aquí seguirán viviendo. Los ingredientes:vodka, Campari, hojas de menta y limonada

Stefania Zanetti
06/09/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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Hay meses en los que hay que estudiar a toda prisa, años en los que hay que darbuen ejemplo a los niños, hasta que llegue un tiempo en que la artritis y el colesterol borren de la vida las cenas gordas, los vermuts, los cigarritos con el carajillo...

No, esto no tiene nada de que ver con un periodo de Erasmus. Pese a que los estudiantes en movilidad no viajan solo por estudio y, quizás, se lo toman casi como una adición, hay que considerar que algunas circunstancias tienen que concentrarse en poco, poquisimo tiempo.

Concentrar todas las experiencias que se pueda en un lugar, en una ciudad, en una casa crea contrastes, contradiciones, posturas bipolares.

El estudio de una segunda lengua, el esfuerzo, el adaptarse a normas diferentes, la autodeterminación y la adaptación que luchan entre ellas llevan a nosotros, una vez más que los demás, a tomarse una caña relajante, ya se sabe.

No, nada a que ver con un señor cóctel, todavía.

No es copa para todos los días, un cóctel es un pequeño lujo que celebra algo importante, una ocasión que merece ser dignamente celebrada.

Un Ruso Blanco es el testigo de los amores eternos que acaban con un adiós y un Cosmopolitan, el examen insuperable, un día u otro, se supera, como el dolor de cabeza que provoca un Americano.

Hay momentos que se pueden expresar solo por medio de una copa, no hay palabras, discursos, cuestiones que la suplan.

Así que los que pasan por León, los que vuelven un tiempo al pueblo, los que hicieron un Erasmus a casa, tienen que recordar muy bien la ruta para dar la vuelta. Los que llegan como los que van tienen que honrar en la mejor manera lo bueno y lo malo de lo que pasará y de lo que ha pasado.

¿Qué pedir?Un cóctel, un Destinoleón, para dar las gracias a Erasmo, a León, por los que aquí vivieron y por los que aquí seguirán viviendo.

No pueden faltar:

1) Vodka. Hace frío. No como en Rusia, pero hay patatas de sobra, y está toda la mística de un extranjero que abarca a un centro pequeño, donde será difícil quedar como una hormiga en un hormiguero.

2) Campari. Esta bebida no es de típico gusto leonés. Es amargo, llena la boca de hierbas salvajes y de acidez. Es un aperitivo italoargentino que suele ser la base del famoso Campari Orange, con zumo de naranja, o del Mi To, el Milano-Torino, con vermú rojo.
Beber Campari significa siempre que un día, un encuentro o un lugar destaca sobre los demás, es decir, garantiza un evento, sea lo que sea, triste o feliz.

Dentro de toda esta amargura no hay que olvidar los buenos habitos y añadir a la bebida los antioxidantes naturales, que siempre son de moda.

Las propiedades saludables de la vitamina C quitan cada sentido de culpabilidad, un gajo de naranja o la pulpa bien picada convierte la ‘malacopa’ en casi un batido rico de todos esos factores que, quizás, nos harán vivir más de cien años.

3) Hojas de menta. Puente entre el dulce y el amargo. Holor a selva. Frescor de bosque. Color vierde. Quien vive cierca de la naturaleza no las puede echar de menos.

4) Limonada. El imprescindible compromiso con el alcohol. La dulzura necesaria para enfrentar las noches, las circunstancias, las semanas más duras. Por citar, la canguro más famosa del mundo, Mary Poppins:«Con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mejor».

Ya escribí mucho y demasiado del hecho de que el estereotipo de las vacaciones Erasmus como estereotipo queda.

Hay estudio, trabajo, una vida desdoblada en lugares lejos de casa, con todos los sentimientos agradables y deasgradables que surgen por delante. Hay que celebrar León y dejar con los días de buenas, y hay que hacerlo con una digna copa.

Aquí está. Sírvanla.
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