13/02/2015
 Actualizado a 14/09/2019
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Según un dicho que ha hecho fortuna «León tiene un clima que es bueno para los bueyes y algún que otro canónigo», a lo que alguna mente maliciosa añadía «canónigo sí, pero de nombradía».

Se atribuye la frase al que fue alcalde de la ciudad de León y posteriormente presidente de la Diputación D. José Egiagaray Pallarés, médico, militar y conocido también por ‘Mandibulón’, sobrenombre que no le gustaba nada y que dio lugar a alguna que otra anécdota con el entonces obispo Almarcha, con el que no se llevaba muy bien, y que, quizás otro día, en otro escrito, cuando la cosa no vaya de clima, relataré.

Pero el autor fue D. Mariano Domínguez Berrueta, juez de la ciudad y que hoy tiene una calle en el barrio antiguo que va de la plaza Mayor a la plaza de la catedral.

Hemos tenido unos cuantos días de esos que se dice que no se recuerda nada igual. Vamos, que ni los más viejos del lugar.

Tengo que disentir. Recurriendo a los cronicones, recuerdo nevadas de medio metro y las calles de la ciudad tapadas con nieve días y días, con las aceras bien cubiertas y unos hermosos «resbaladizos» de los que disfrutábamos la chavalería, generalmente masculina, aunque no sólo. Para los no informados, un resbaladizo era una banda de hielo de más o menos cincuenta centímetros de ancho y entre cuatro y diez metros de largo, que cuidadosamente se preparaba a base de pisar la nieve de las aceras, y que servía para dejarse resbalar en ella después de una corta carrera hasta su principio. Terminar con éxito el ejercicio sin ninguna torta intermedia no era tarea fácil, aunque creo recordar que nunca llegó la sangre al río.

Y qué decir de los chupiteles y carámbanos de hielo que, cual estalactitas de Valporquero, se formaban alrededor de los desagües de los tejados, engordados continuamente con las aguas de las cubiertas que, al no poder salir por la bajante, lo hacía por fuera, donde, como no podía ser de otra manera, se volvían a helar… hasta que de puro grueso, se desplomaban sobre la calle. Por suerte había poco viandante y aún menos coches.

Eso era aquí, porque en la montaña, ríete de lo de ahora. Pueblos aislados durante meses y año tras año, era algo corriente. Por si fuera poco, por aquél entonces, los viejos del lugar aseguraban que aquello no era nada comparado con lo que ellos habían vivido.

O sea, que sí, que el clima de León es bueno para los bueyes, de los que, dicho sea de paso y quizás por ello, ya no queda ninguno. En cuanto a los canónigos, no puedo opinar, pues no conozco a ninguno. O al menos eso creo.
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