17/11/2021
 Actualizado a 17/11/2021
Guardar
De vez en cuando, se ven pasar los camiones multicolores, y caravanas que anuncian la llegada de ‘El Circo’. Atraviesan la ciudad, para instalarse a las afueras. Resulta impresionante el alzamiento de las enormes carpas. Donde el Gran Espectáculo tendrá lugar. Un microcosmos de familias de diversos países, de artistas, malabaristas, gimnastas y trapecistas, que nos congelan la sangre en las venas. Risas y música.

Los animales salvajes han desaparecido de forma natural porque sobran documentales en las televisiones, donde se dice todo de ellos. También se viaja más.

Los niños de hoy están más familiarizados con un mandril o una boa constrictor, que con un burro, unas gallinas, una piara de gochos o una perdiz. Tampoco saben sacar un grillo de la hura, ni lo que es un alcotán o una chova; ni hacer fumar a un murciélago o la diferencia entre una golondrina y un vencejo. ¡A que no! Y sin embargo, estos animales conviven con nosotros, y algunos nos sirven de alimento. Pues, ya ves, para la muchachada de las ciudades, resultan completamente exóticos. Salvo los perros, que son humanizados.

Todo lo aprendimos en los pueblos que, pronto dejarán de existir y, con ellos, se perderá un legado de tradiciones, leyendas, palabras, costumbres, cultura y humanidad.

Pero, si no fuera por el circo ¿cómo los niños de antaño entenderíamos lo que es un elefante, un león o un chimpancé? La única posibilidad era comprar los cromos para completar el ‘álbum de la fauna’. Y punto.

En el Circo, los personajes más representativos eran los payasos. Uno, con pinta de borrachín, de nariz roja y redonda, con grandes zapatones y botones enormes en la chaqueta de colorines, y una corbata que le llegaba a los pies. Era tan estrafalario como gracioso. Y otro, el Augusto, impecable con su traje de pololos y lentejuelas. Y un cono de sabio, por sombrero. Era la parte cabal. Nunca olvidaré a los extraordinarios Hermanos Tonetti, que todas las ferias pasaban, con su circo, por León.

Pero, muchas veces, bajo las risas, los colores, las luces y la fantasía, se ocultan el cansancio y la desazón. Una vida dura, implacable e incierta. De la ceca a la meca. Para estos personajes, es fundamental mantenerse en forma, crear e innovar. Y hacer cuentas, porque los gastos de estos viajeros son cuantiosos y los ayuntamientos les cobran una fortuna por instalarse en un terreno baldío. Una iniquidad de muchos alcaldes, que no entienden que, estas instalaciones, son ‘Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad’ así declarado por la Unesco. Y que hay que proteger.

El tiempo pasa. Ya no tengo niños que me acompañen, como hacían mis padres conmigo y me llevaban al circo. A pesar de todo, cada vez que se presenta la ocasión, me acerco, titubeante, a la feria, con los mismos nervios de cuando era pequeño. Un impulso irrefrenable me lleva a comprar la entrada, y entro solemnemente, como lo hiciera en una iglesia, para ocupar mi banco, antes de que comience la función.

Al salir, siento que algo malo de mi se ha perdido entre las carpas. Por cierto tiempo, me siento reconciliado con la vida e incluso hasta me siento mejor persona.

Si algún día nos falta, el mundo será más injusto, más amargo e ingrato... Pero mejor me callo, porque me estoy perdiendo la función.
Lo más leído