La falta de espacio en el cementerio municipal de La Bañeza para construir nuevos panteones es un problema que viene acarreando el camposanto desde hace tiempo. Exactamente desde hace poco más de una década, cuando se construyó la última fase de sepulturas con las que la zona de enterramientos llegaba a tocar las paredes Sur y Este. Entonces había cerca de ochenta sepulturas –de tres huecos cada una– sin adjudicar, pero con el paso de los años tanto la previsión a medio o largo plazo como las necesidades irremediables e inminentes de las familias bañezanas han hecho que a día de hoy ningún panteón carezca de dueño.
A pesar de que en los últimos tiempos, al ver el problema que se avecinaba, ya se adjudicaban sepulturas cuando existía una necesidad inminente de utilizarlas, el alto número de fallecidos cuya voluntad o la de su familia era que sus restos mortales reposaran en el camposanto bañezano ha hecho que se ocupen todas y cada una de las fosas construidas en la última fase y que estaban pensadas para quienes no disponían de espacio en otro punto del recinto.
A mediados del 2016, cuando había apenas una docena de sepulturas disponibles, ya saltaron las alarmas y a principios del 2017 el Ayuntamiento de La Bañeza encargó el estudio y los pliegos para licitar la construcción de 45 nichos. Un sistema de enterramiento de cadáveres que es nuevo para la ciudad y que a pesar de ser sencilla su construcción y bajo su coste no paliará el problema de falta de espacios ni tampoco atenderá las demandas de las personas que deseen adquirir un panteón para acoger juntos los cuerpos de varios –tres, generalmente– miembros de la familia.
Ante la falta de sepulturas disponibles para su compra, cuyo coste de adjudicación establece la Ordenanza fiscal reguladora de las tasas municipales en 624,25 euros si es simple y 1.560,60 euros si se trata de una doble (78,05 euros en el caso de que sólo sea el trámite de la concesión), según ha podido saber La Nueva Crónica una familia bañezana que de la noche a la mañana se encontró con un difunto en casa tuvo que recurrir a la incineración del cadáver; del mismo modo, se ha dado otro caso de optar por el pueblo de origen de la familia para dar sepultura al cuerpo.