El Caso Carrasco y el lobo que llevamos dormido

‘Todo el mundo lleva un lobo dormido’ es el título de uno de los artículos del número extraordinario (el 100)de la revista de la Unión Federal de Policía. Y el hilo conductor es el leonés Caso Carrasco

Fulgencio Fernández
16/01/2022
 Actualizado a 16/01/2022
caso-carrasco-policia-16012022.jpg
caso-carrasco-policia-16012022.jpg
«Todo el mundo lleva un lobo dormido dentro» es la contundente afirmación que realiza Odracir Zagam en uno de los artículos que recoge un número muy especial (el 100) de la revista de la Unión Federal de la Policía que, como explica en su editorial, «estamos de conmemoración. Celebramos los cien números de nuestra revista de ciencias policiales UFP. 32 años desde el nacimiento como medio de comunicación de la Unión Federal de Policía, del Cuerpo Nacional de Policía». Y lo hacen con un número cargado de firmas de prestigio: Lorenzo Silva, Manu Marlasca, Beatriz de Vicente,el juez José Manuel Estébanez, la eurodiputada Maite Pagazartundua, entre otros, y curiosamente tres leoneses, una elevada presencia que componen el coronel Pedro Baños, el comisario y escritor Alejandro M. Gallo y el policía, criminólogo y también escritor Ricardo Magaz.

Pero además de la importante presencia de los leoneses hay un artículo de temática leonesa, el ya apuntado de Odracir Zagam, en el que el hilo conductorpara argumentar tan contundente afirmación sobre el lobo que llevamos dentro es el llamado Caso Carrasco y sus principales protagonistas: Montserrat, Triana y la policía local Raquel Gago.

Odracir Zagam, el autor, es un escritor de origen hispano-beduino, nacido en 1957 en la entonces provincia española de Sidi Ifni, hijo de un suboficial legionario del Tercio Juan de Austria que murió en la guerra de Ifni cuando Odacir tenía un año y fue educado en el Sahara colonial. Tiene varias nacionalidades, reside habitualmente en un campamento en tierra de nadie al noreste del Sáhara Septentrional, junto a su perro y su portátil. Dedica su tiempo a la novela, la literatura de viajes y el ensayo. También cultiva la poesía, que redacta a mano con pluma de caña, y teje la lana como lo hacían sus ancestros peninsulares.

Este singular personaje, que goza de gran prestigio, reflexiona sobre si ¿existe el genotipo del “criminal atávico” y la predisposición al innatismo perverso? a través de las figuras de las citadas Montserrat, Triana y Gago; aunque él lo tiene claro: «Puede parecer algo tremendista la afirmación —del lobo— pero resulta tan cierta que no admite apenas lugar para la duda ni siquiera piadosa. Y lo es, tanto se mire con ojos de espectador como desde la óptica profesional. El hombre es capaz de lo mejor y también de lo peor sin cambiar de acera. No hace falta padecer un desorden de identidad, ser un psicópata o un sociópata para ello. Y ese es el problema».

Recuerda que Montserrat ejecutó por la espalda a Isabel Carrasco de tres tiros en la cabeza. Luego, no le quedó más remedio que confesar el crimen. «La maté y lo volvería a hacer;no me arrepiento», admitió en el juicio en la Audiencia Provincial. Condenaron a 22 años de prisión a, hasta ese momento, una acomodada ama de casa sin antecedentes. Y se pregunta el autor: «Ahora bien, ¿alguien cree que Montserrat sería tan desalmada de robarle el bolso a una anciana o que no ayudaría a pasar un semáforo a un ciego que pidiera el favor?».

Sobre Triana Martínez cuenta que «tuvo la desdicha de que Montserrat, su madre, no le pusiera límites. La ingeniera participó en la logística que requería el crimen premeditado de Isabel Carrasco. 20 años de cárcel le costó la broma como cooperadora necesaria en el asesinato. No se podía prever algo así en una joven promesa de las telecomunicaciones con un porvenir más que aceptable. ¿Alguien cree, sin embargo, que Triana le negaría una transfusión de sangre a un pariente?».

Y, finalmente, de Raquel Gago recuerda que «se complicó la vida absurdamente. Su pena (la punible) fue menor que la de la madre y la hija. La condenaron a 14 años por cómplice en el magnicidio de la presidenta y tenencia ilícita de armas. Sus colegas corporativos declararon ante el tribunal que cuando patrullaba las calles como agente de barrio su trato con los ciudadanos era excelente. ¿Alguien cree que Raquel Gago no ama a los niños, a las plantas o el noble arte de la restauración?». Pero, recuerda, que «el ser humano es capaz de las mejores obras y de las más abyectas a la vez. No hay que sufrir necesariamente una patología ni ser un marginal o un fugitivo de la justicia para ello. Se trata de la naturaleza con la que venimos al mundo. Lo que Lombroso, Garófalo o Ferri describieron en sus tratados criminológicos del siglo XlX como conductas propias del ‘criminal atávico’ que arrastramos por el genotipo de millones de años y lapredisposición al innatismo perverso. Asusta, sí, pero negarlo es infantil».
Lo más leído