El carpintero de los bosques

El pito real tiene un tamaño considerable, con unos 40 cm de envergadura

Javier Valladares
02/09/2020
 Actualizado a 02/09/2020
Podemos verlo tanto escalando árboles con una facilidad asombrosa como en el suelo capturando insectos.| JAVIER VALLADARES
Podemos verlo tanto escalando árboles con una facilidad asombrosa como en el suelo capturando insectos.| JAVIER VALLADARES
El pito real es el más común de los pájaros carpinteros de la península, inconfundible por su color verdoso, su tamaño y su característico canto. En muchas zonas le conocen como relinchón ya que se asemeja mucho al relinchar de los caballos.

Incansable consumidor de insectos, es un auténtico plaguicida natural. Está especializado en las orugas y los insectos de la madera, aunque consume gran cantidad de otros insectos como hormigas y orugas de procesionaria.

Es muy fácil de observar en cualquier zona arbolada, incluso jardines o parques. Podemos verlo tanto escalando arboles con una facilidad asombrosa, como en el suelo capturando insectos.

El pito real tiene un tamaño considerable, con unos 40 cm de envergadura. Su plumaje es muy vistoso, de un verde amarillento, y con tres manchas de rojo intenso en la cabeza, sobre todo la de la coronilla. Las manchas de la mejilla en el caso de las hembras son de color negro.A diferencia de otros pájaros carpinteros, los pitos reales no tienen el pico tan fuerte, por lo que para poder alimentarse de los insectos y las larvas que se ocultan dentro de la madera, poseen una lengua larga y pegajosa.Sus fuertes patas les permiten ascender y descender por troncos verticales con toda facilidad. Cuando están parados, utilizan su corta cola provista de un robusto plumaje, para apoyarse en los troncos y sostenerse con mayor facilidad.Año tras año una pareja de pitos reales anidaban en un viejo castaño cerca de mi casa. La baja altura del nido, situado en un agujero del tronco a menos de dos metros del suelo, me animó a montarles un aguardo a una distancia prudente, camuflado entre unas escobas. Allí estuvo instalado un par de semanas hasta que los pollos fueron grandes y pude fotografiar sin peligro para ellos las idas y venidas de sus progenitores. El macho cebaba con bastante más frecuencia que la hembra. Siempre actuaba igual. Primero se posaba en el tronco varios metros por encima del nido pero en la cara opuesta del tronco. Poco a poco iba asomando la cabeza y cuando veía que no había peligro se giraba al lado contrario y comenzaba poco a poco a bajar verticalmente hasta llegar al nido. Un par de metros antes de llegar los pollos ya comenzaban a reclamar escandalosamente la comida.

Durante tres años seguidos pude fotografiar a placer a esta pareja, hasta que un año decidieron cambiar el nido por otro a varios metros más de altura, y se acabó nuestra larga y fructífera «amistad».
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