El Cardenal. Rafael

Miguel Soto analiza una de las obras maestras del Museo del Prado

Miguel Soto
18/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Delalle del óleo sobre tabla de Rafael fechado entre 1510 y 1511.
Delalle del óleo sobre tabla de Rafael fechado entre 1510 y 1511.
Si la selección de pinturas en la que avanzamos cada jueves tuviese afán representativo de lo que contiene el Museo del Prado, debería haberse evitado este cuadro de Rafael, a pesar de que sus expertos lo destacan como una de las quince obras maestras de más relumbrón dentro de sus haberes. Porque de los maestros del arte renacentista italiano (a.k.a. los que llevan nombre de Tortuga Ninja y alguno más) hay poco en el Prado, en comparación con la pintura barroca y sobre todo española. Estamos ante un museo antienciclopédico, lo contrario que sus pares europeos.

Siendo leales habría que incluir aquí algún cuadro de El Greco, por ejemplo, pero no lo habrá. Y sí este giocóndico hombrecillo de flequillín, nariz impertinente y párpados a media asta sobre ojos que padecen exoftalmia. De su identidad se duda pero funciona, dicen los historiadores, como modelo total de un cardenal del Renacimiento, gracias a la maestría «icástica» (busquen) del autor, sin renunciar a la definición de una muy individualizada personalidad. De lo joven que es seguro que pone los dientes largos a los chavales más ambiciosos del Semanario Mayor, los mismos que leerían con deleite sobre las maneras del cardenal Spadolini en la novela ‘Extinción’ de Thomas Bernhardt.

La otra gran cualidad del óleo son los poderosos brillos de las telas rojas y blancas. Esas sedas y lanas con las que todavía se manufacturan las prendas del clero varón. En venta, entre otras, en Cruz y Cirial (Azabachería, León) y Barbiconi (Via Santa Caterina de Siena, Roma). Por si les tienta la emulación.
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