El carbón como arma

Desde su despacho, Cañete no ve la transición energética como una revolución sino como un cambio «ordenado, progresivo y justo», algo que suena hermoso desde Bruselas pero que resulta muy difícil de entender desde las cuencas mineras

Todos los partidos han demonizado por igual el carbón, así que deberían dejar de utilizarlo como arma
18/01/2019
 Actualizado a 14/09/2019
Desde su cómodo sillón de Bruselas, MiguelArias Cañete no ve la transición energética como una revolución, sino como un cambio «ordenado, progresivo y socialmente justo». Fácil será de entender desde el Parlamento Europeo, pero muy difícil desde las cuencas mineras, donde esa transición energética no es una revolución pero sí un auténtico drama económico y, por tanto, también social. Nada puede cimentar el desarrollo de una comarca como lo hacía una explotación minera. Por más que suenen muy hermosas las palabras que hablan de renovables, de energías limpias, ese cambio, sea revolución o no, no se puede olvidar de quienes durante décadas sacrificaron sus recursos y su trabajo diario para dar al resto del país la energía que necesitaba para su desarrollo. Pero hay algo en las palabras que ayer pronunció Cañete que a todo el mundo le debería quedar muy claro: la descarbonización, sea necesaria o no (eso es opinable) no es un capricho de un solo partido, sino que es de todos ellos, desde los mayoritarios a los antes llamados emergentes (aunque alguno esté ahora en la fase exactamente contraria): el comisario europeo insistió ayer en la «necesidad de descarbonizar la economía» y sustituir la producción de energía con otras más limpias con el horizonte 2050, fecha en la que el 80% de la electricidad tendrá que producirse mediante energías renovables. Al menos, deberían de dejar de utilizar la minería como arma política arrojadiza, ya que todos los han demonizado por igual.
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