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El Camino Francés a Santiago, saldar una deuda

20/12/2019
 Actualizado a 20/12/2019
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Es fin de año y para hacerlo bien, hay que cerrar cuentas. Y yo tengo una pendiente con el Camino de Santiago, esa suerte histórica que nos pasa por esta provincia, casi por el medio, casi dividiéndola en dos, de este a oeste.

Una de esas pocas cosas que nos queda en estas nuestras tierras en declive, ¡quién nos ha visto y quién nos ve!, pero que nadie nos puede quitar. Al menos eso.

Ese Camino que dejó el hoy Hostal de San Marcos, hospital entonces de peregrinos en un punto clave. Una joya arquitectónica, un hotel estupendo, admiración de propios y extraños pero que, como casi todo por aquí, se está quedando en eso: resplandor de pasadas glorias. Renacerá como hotel, parece que sí, pero no como antes, nos cuenten lo que nos cuenten.

Y no solamente eso nos ha dejado el Camino. Más cosas, más edificios, más lugares y más recuerdos, que repercuten en la economía provincial. Bien venido sea, más aún teniendo en cuenta que el recorrido se ha mercantilizado (y más que se va a mercantilizar), aunque eso signifique la pérdida de esa parte romántica del caminar sin más, con uno mismo, con los que vas encontrando y con los que vas conociendo.

Con todo, me declaro admirador del Camino, agradecido personalmente, como todos los que lo han hecho y que haya conocido.

Y mira que, residiendo en pleno itinerario, me vi metido en hacerlo por un veraniego reto tonto con unos amigos senderistas extranjeros y no por convicción. Pero no me arrepiento, porque así comprendí que tiene algo, llámesele esoterismo, llámesele religiosidad, llámesele como se quiera.

Cada uno lo ha hecho a su manera: los he visto en coche, burro, caballo, camello, bicicleta, a paso ligero, en silla de ruedas, niños, ancianos… de todo. Nosotros lo hicimos en grupo variopinto: una inglesa, un alemán, un sueco, una francesa y tres españolitos, un servidor entre ellos.

Como algunos eran expertos caminantes y otros no tanto, por no decir poco o nada, lo que siempre crea problemas en etapas de 20 o 30 kilómetros, llevamos un coche escoba que recogía los rezagados, buscaba alojamiento o proveía las viandas. Y ahí estaba yo, cumpliendo esos menesteres.

Como las etapas eran de 4 o 5 horas y tenía bastante tiempo libre, me dediqué a tomar apuntes y dibujos de la ruta. Y eso le debo al Camino: volver a recuperar el dibujar por dibujar, algo que había abandonado desde hacía casi veinte años, supliéndolo por dibujar ventanas, forjados y portales. El oficio, pero nada más.

Y nunca lo agradeceré demasiado, porque, sí, conocí gente interesante, y aunque alguna que otra bronca tuvimos, cosa normal en la convivencia, viví momentos especiales, experiencias inolvidables, anécdotas estupendas, pero nada comparable, para mí, como el placer de volver a coger el gusto por el dibujo, reencontrarme con ‘mi antes’. Y eso que como la edad no perdona, ni de lejos he podido llegar a lo que antes hacía.

En fin, que disfrutaba como un gocho en un patatal tomando apuntes y notas en un cuaderno de viaje de 20x20 cm… y después hablando de la experiencia tenida con cualquiera que se me acercara. Incluso, en uno de esos acercamientos con Félix Pacho Reyero, el que fuera primer director de La Crónica (la antigua Crónica), nos juramentamos para hacer un libro sobre el Camino, que él conocía muchísimo mejor que yo. Incluso propuso el tema (buscar algo del Camino de Santiago que no hubiera sido ya escrito o dibujado era difícil): los puentes y las fuentes del recorrido. El hacía la reseña y yo el dibujo.

Lo empezamos, pero no llegó a puerto. El vivía en un sitio, yo en otro y, además, maldita sea, falleció no ha mucho.

Pero ya no dejé lo del dibujo. Cualquier día terminaré de hacer los tramos que me faltan y hasta completaré los apuntes. Incluso veré el publicarlos. Así que tengo una deuda que he de pagar, porque gracias a un camino, recuperé otro, el del papel, el lápiz, y la goma de borrar.

Siempre he dicho que hacer ‘el Camino’ deja huella, a cada uno la suya, siempre diferente, y quizás por eso es una experiencia única que marca. Ya dice el refrán «algo tiene el agua cuando la bendicen».

Por algo será.

Amigo lector, si no lo has hecho, hazlo, que lo tienes bien cerca. Y no te busques disculpas, que se puede llevar a cabo de muchas maneras, y todas buenas.
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