El caballo de Troya y la llave

05/08/2016
 Actualizado a 14/09/2019
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La preocupación de los nuevos representantes del leonesismo político por aglutinar dentro de unas mismas siglas todas las inquietudes independentistas de nuestra provincia no puede responder más que al sentido común. En el caso de que todos los partidos leonesistas hubieran concurrido juntos a los pasados comicios municipales se habría doblado la representación en el ayuntamiento capitalino.

El Reino de León, padre, entre otros, del reino de Castilla y de Portugal, ha quedado incrustado en una comunidad autónoma cogida con hilvanes. El pujante sector primario leonés en los años 70, con unas cuencas mineras a pleno rendimiento, aportó grandes recursos económicos a una comunidad necesitada de ellos. El crecimiento de la ciudad pucelana se vio espoleado por el asentamiento de renombradas empresas, vistas con cierta envidia desde nuestra provincia, y por el desarrollo de un entramado de instituciones autonómicas en un ejercicio de centralismo de libro.

37 años de autonomía han dado la vuelta a esta situación, los dineros están ahora en Valladolid, una ciudad viva y que mira con desconfianza castellana a sus vecinos del norte, mientras León se sitúa en las antípodas, empobreciéndose tanto en recursos económicos como en capital humano.

El sentimiento leonesista, que existir, existe, y que alcanzó gran predicamento en las instituciones, a la cabeza me viene el pacto por León firmado con Javier Arenas, ha tenido en sus representantes a su caballo de Troya. Ejemplos de ello sobran, como la escisión de la UPL que generó la moción de censura a Francisco Fernández en favor del PP de Amilivia, o la vergonzante actitud de Joaquín Otero, quien pasó de defender posiciones leonesistas a ocupar un cargo de confianza en el Procurador del Común, institución esta del organigrama autonómico, o Héctor Castresana, quien dinamitó el prestigio obtenido en el terreno de juego con un fugaz paso por la política.

León necesita tener voz y, sobre todo, en las cortes autonómicas. Cierto es que la entrada de nuevos actores políticos ha desdibujado todavía más la representación leonesa, pero no hay que olvidar que en 2015 el PP perdió 3 escaños en nuestra provincia, entre otras cosas por su gestión de algo tan leonés como la minería. La unión del leonesismo en unas únicas siglas es una maniobra pragmática y deseada, que ha de generar confianza en representantes comprometidos, con capacidad de hacer ruido y hacerse oír, y con vocación de ser la llave de un gobierno donde poder encajar las demandas leonesas.
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