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El bucle melancólico

06/12/2021
 Actualizado a 06/12/2021
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Es verdad que el fútbol sólo es fútbol, quizás no debamos darle más trascendencia, quizás debamos quitarle hierro al asunto, pero viendo ayer el partido de liga de nuestra Cultural me pregunté si no sería una especie de reflejo de lo que nos pasa, de todo lo que nos pasa, una metáfora de la decadencia, o de la falta de intensidad, un trasunto de la vida con mayúsculas.

No es que León haya tenido las cosas fáciles, desde luego. Ni las ha tenido ni las tiene. Pero esa desorientación que se observaba en el partido de ayer, esa terrible sensación de querer y no poder, esa nítida plasmación de la impotencia, dolorosa, sin duda, me llevó a reconocer algunas de nuestras situaciones habituales, nuestra lucha contra casi todo, nuestra relación con los estamentos políticos, los cercanos y los lejanos, los propios y los ajenos, y nuestro sentimiento de sospecha permanente acerca de cuanto nos rodea. Hemos llegado a un punto en el que todo parece conjurarse contra esta provincia.

Esa flaqueza en las decisiones, esa incapacidad para lograr que se imponga la eficacia, en lugar del victimismo, me parecía que afloraba ayer en el partido de fútbol que perdimos lastimosamente, y me recordó de inmediato esa fatiga de lo nuestro, esa fatiga habitual de la derrota presentida y anunciada, esa anemia que a veces nos asalta, y nos corroe y nos marchita, esa estupefacción ante las cosas que no marchan, y que de inmediato nos lleva al bucle melancólico, al escepticismo, al reparto de culpas, sin percatarnos de que, antes de rendirnos, conviene reconocer errores y subsanarlos, y, sobre todo, poner los medios para ello. No pierdan el tiempo lamiéndose las heridas y hablando de ellas. Conviene no esperar mucho ni de héroes ni de milagros. Ni vivir del recuerdo de glorias pasadas.

El fútbol sólo es fútbol, es verdad. Y estamos acostumbrados a soñar con las mieles del éxito, que casi nunca llegan. Y, por eso mismo, el dolor es mayor. Y cuando llegaron, en aquel ascenso no tan lejano, se evaporaron a la misma facilidad, de un modo un tanto surrealista, casi incomprensible, en la última jornada. Ahora, en vísperas del centenario, reconoceremos y celebraremos una andanza histórica, nada que objetar, pero el pasado, aunque merezca una celebración, sólo es pasado. Y creo que es uno de nuestros males, en todos los terrenos: pensar demasiado en el pasado, en lo perdido, en lo no logrado. Y también en lo ganado entonces. La nostalgia nos hace débiles, y, por comparación, nos provoca una angustia infinita, una desazón cósmica.

Y si de fútbol hablamos, qué mejor que un ascenso de categoría para celebrar un centenario. Sería al menos algo tangible, mucho mejor que evocar los sueños. Pero parece que no será… Aquí estoy, como corresponde, cayendo también en el victimismo, en el escepticismo… pero hay que considerar que vengo de ver un partido de fútbol decepcionante… Es difícil inspirarse en tardes así.

El fútbol sólo es fútbol, de acuerdo, pero no sería un mal camino para insuflar un poco de entusiasmo. Su omnipresencia mediática, seguramente excesiva, contribuye a que ciertas ciudades alcancen mayor visibilidad. A través del deporte se han hecho grandes cosas (ahí tienen a Mandela y el rugby, o, si no, les invito a ver ‘Invictus’ y a leer a John Carlin), así que, mucho más modestamente, creo en el estado de ánimo que puede proyectar un buen equipo, y unas cuantas victorias sólidas, y en lo necesitados que estamos de buenas noticias, vengan de donde vengan. No es una cuestión baladí, como parece. No es algo marginal. Cuando se aspira a ser más tenido en cuenta, y creo que León aspira a eso, hay que destacar en todo lo que sea posible.

Cuando la mediocridad entra por la puerta, el futuro salta por la ventana. Caer en la complacencia (no hablo del fútbol ahora, hablo en general) es mal asunto, pero caer en la impotencia, en el sentimiento de que nada podrá mejorarse, es el camino más rápido para alcanzar la irrelevancia. Es bueno conocer el terreno que se pisa, sí, pero no se puede ser conformista. Hay lugares, y esta ciudad es uno de ellos, que no pueden conformarse. No se puede decir: esto es lo que hay y aquí me quedo. Porque, de hacerlo, estaremos admitiendo el fracaso. En el fútbol y en lo demás.

Mucho me hubiera gustado que esa sensación de vacío, de intrascendencia, esa imagen plana y desorientada que me transmitió el partido de fútbol de ayer de nuestro equipo, no me hubiera recordado muchas de las cosas que nos suceden en nuestra vida diaria, en nuestro territorio, incluso fuera de él, ni me hubiera servido de inevitable metáfora de los días que corren sin saber a dónde. Pero una cosa lleva a la otra, y por el hilo se saca el ovillo, y uno siente ese supurar de las decepciones, esa manera de sufrir, que decía el otro.

Ahora, con la Navidad de los decorados entrando con fuerza en el calendario, escucho que llegó el momento de reactivar esa Mesa de León de la que tanto se habló y se habla, sin muchos datos, también es cierto, pero con un nombre que queda bien en los titulares. No preguntemos ya quiénes se sientan a la mesa, sino que bastará con que tenga las patas bien calzadas, y ninguna quebrada. Dijo Barcones tal que el otro día que ahora viene pasta gansa (bueno, no lo dijo así), que es tiempo de inversiones como otras veces es tiempo de cerezas. Que los dineros de Europa nos harán florecer, y no estaría de más, aunque fuera en lo más crudo del invierno, pues es habitual que las inversiones pasen de largo y también los buenos propósitos.

En pleno cambio en los modelos energéticos, que afectan a León de manera notable, con una crisis que se prolonga, el mapa de reindustrialización de esta provincia tiene que ser una prioridad absoluta, con Mesa o sin mesa, también la mejora de las infraestructuras del transporte, ya que se perdió la referencia como nodo del Noroeste. Los conflictos laborales que han ido asomando nos recuerdan que la fragilidad del tejido económico ha podido llegar a un punto crítico. Pero, en realidad, son muchos más asuntos los que hay que abordar. Hablamos de dinero y de recursos, de la captación de instituciones descentralizadas (se necesitan más), de activación de la economía verde, y todo ello en un contexto de gran preocupación en el sector agroganadero, con los gastos de producción peligrosamente al alza. Otro asunto que toca a León de lleno.

Y, de fondo, envolviéndolo todo, ese bucle melancólico que me recordó ayer, como triste metáfora, el muy pobre partido de la Cultural. Esa sensación de decadencia, de flojera, de resignación. La resignación es la más cruel de todas las derrotas.
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