El Bierzo meteórico

19/01/2021
 Actualizado a 19/01/2021
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Esto del confinamiento tiene su aquel. No hablo de la pandemia, que lo que tiene es un reguero de muertos que parece no admitir el corte del suministro en seco. Nada, ni al grito de conciencia se consigue. Esa se tiene o no se tiene, y lo de que si te quedas en casa eres un salvador, está escrito en esperanto. El aquel que tiene es el miedo y las alucinaciones de la realidad que arrastra. Ahora que a las 20 se entona el «todos a casina», la chistera nos sorprende con sus trucos de magia. Alehopp. Toma un meteorito con su estruendo abrumador, su color desencajado entre el naranja y el verde, su pertinaz despertar pasada la una de la madrugada. ¿A que se hace de día en plena noche?¿a que no?¿a que sí? Anda, pues sí. Y ya la pandemia se convierte en el jersey de lana que mengua tras una voltereta de lavadora retorcida. El Bierzo ha tenido su propio meteorito (o algo así, que sin las pruebas de ADN nadie somos nada, ni siquiera lo que comemos). Pero solo pensar que una piedra estelar enloquecida escogía coger velocidad por la autopista de nuestro cielo comarcal, ya nos hace levantar el papo con solemnidad. Algo bueno tendrán las estrellas bercianas cuando son la vía láctea escogida por un haz de luz que siguió camino a Galicia y Portugal para morir. Aquí se dio su última vuelta antes de fenecer. No ha pasado el AVE ni las autovías a Ourense o a La Espina, pero mira, el cielo no se equivoca y reconoce los vergeles a los que dar luz, aunque sabe que de iluminados estamos ‘fartos’. «Se despereza uno con cada cosa», dice la vecina en un conversación a dos metros y con mascarilla y a las 11 de la mañana, subrayo datos. Y es que, abres las redes sociales y todo son preguntas sobre la luz nocturna y su ruido, que dejó sin dormir a mitad del Bierzo. Lástima, pienso. Vi tanto la luz como la lotería de Navidad, pero sí siento el miedo a un Covid que sube la cuesta sin despeinarse mientras va arrasando por dentro a una sociedad en extinción. Ese sí que es meteórico.
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