El azor tiene la culpa de mi afición por la naturaleza y por la
fotografía. Con 13 ó 14 años, los azores de Peñacorada en Cistierna me atraparon hacia el mundo animal. Las jornadas observándoles, los enormes madrugones y caminatas hasta los hayedos de la cara norte de Peñacorada, forjaron en esa etapa de mi vida lo que desde entonces no hizo más que aumentar, que es mi pasión por el medio natural.
Fue popularizado por Félix Rodríguez de la Fuente, que le puso el apodo de ‘Pirata de la Espesura’. He perdido la cuenta de las veces que he podido ver el capítulo dedicado al aquella hembra de azor, ‘Taiga’.Solo mediante lastécnicas de filmado de alta velocidad más modernaspuede observarse los movimientos tan rápidos y precisos de esta sorprendente rapaz.De hábitos fundamentalmente forestales, suele cazar en los linderos de caminos o pequeños claros de los bosques, desde los que lanza su mortal ataque. Pequeñas aves hasta el tamaño de una paloma y pequeños mamíferos forman parte de su dieta. Su labor para el control de urracas y otros pequeños córvidos como grajillas, no ha pasado desapercibida, aunque una vez más, y al depredar sobre ciertas especies cinegéticas, le ha llevado a ser perseguido sin cuartel.Su vuelo acrobático se debe en parte a su larga cola que le sirve de timón y le permite bruscos cambios de trayectoria en espacios muy cerrados por la vegetación. En invierno, la falta de comida le hace acercarse más a los pueblos en busca de alguna gallina o paloma despistada, muchas veces con final no deseado para esta bella rapaz.
