07/03/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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Debo reconocer que cuando he visto el famoso autobús naranja promovido por la plataforma ‘Hazte oí’” me ha resultado desagradable y me ha parecido bastante inoportuno, independientemente de que tuvieran o no razón. Y, además, me produjo un sentimiento de pena, dado que esta organización tiene cosas muy buenas y esto contribuye más bien a su descrédito y a quitarles la parte de razón que pudieran tener. Por otra parte, aunque se trate de personas católicas, es preciso tener en cuenta que no son ninguna representación oficial de la Iglesia Católica.

Por supuesto que no hay nada que justifique la más mínima ofensa a cualquier persona por su condición social, sexual o religiosa, máxime cuando esa situación es para ellos motivo de sufrimiento. Por tanto las risas, las burlas, las palabras despectivas, cualquier tipo de marginación o desprecio sobran totalmente.

Dicho esto, no creo que esta discutida campaña publicitaria sea una incitación al odio, y no entiendo que los mismos que no se inmutan y ven como libertad de expresión los insultos a los sentimientos religiosos de los católicos se rasguen ahora las vestiduras. Está claro que hay dos varas de medir.

Quiero entender que lo que lo que desean denunciar los llamados ‘ultracatólicos’ es la dictadura de la ‘ideología del género’, en línea con lo que ha manifestado el Papa Francisco en un documento tan importante como ‘Amoris Laetitia’, en el nº 56. Estas son sus palabras:
«Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer».

Pues bien, es un hecho que numerosas comunidades autónomas, también del PP, están legislando a fin de imponer la mencionada ideología del género. Y mucho nos tememosque la sociedad no es realmente consciente de lo que esto significa. Probablemente esta ideología será recibida con la misma ingenuidad con lo que en su día se aceptó la ideología marxista sin pensar en sus dramáticas consecuencias.

Sólo pedimos dos cosas: que así como otros nos exigen que respetemos sus ideas, también ellos respeten las nuestras. Y que se estudie seriamente y sin prejuicios ‘la ideología del género’.
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