30/12/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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Se va el año y se lleva los últimos pálpitos de una época de León. Se lleva el rastro de la minería de interior, de las centrales térmicas, y bajan el telón las últimas señas de la revolución energética que vivió la provincia durante un siglo más o menos. Se certifica el final de un tercio de lo que significaba León. Y no queda otra que aceptarlo, no hay argumentos. Solo reflexiones, añoranzas y una nueva y diferente llamada a la acción.

No sé si alguna vez creímos que el poderío extractivo leonés era interminable, pero evidentemente estábamos en el error. Luego vino otro periodo, también largo, en el que, pese a estar condenados los valles mineros al cierre de sus instalaciones, una parte de la realidad parecía desmentir esa condena. Ello era porque perduraban, mal que bien, las actividades. Hasta que cerraron empresas de prestigio, como la Hullera Vasco Leonesa, precedidas por la jibarización de otras, englobadas en corporaciones liquidatorias, como fue el caso de la Minero Siderúrgica de Ponferrada, Antracitas de Fabero, Gaiztarro, etc. Estábamos desahuciados y hacíamos como que no. Adormecidos por retóricas políticas y sindicales.

Ahora ya todo está claro. El mundo que enraizó con fuerza en León hace algo más de un siglo, ha muerto. Solo queda trabajo para los sepultureros que deberán adecentar los gigantescos cadáveres de las centrales térmicas de Compostilla y Anllares. En otro plano, humilde y memorioso, se han salvado de la piqueta las dos térmicas de Ponferrada, ahora en visos de consolidar el museo Nacional de la Energía tras el tiempo oscuro de la crisis y del desinterés del PP. Algo lógico en un partido cuyo máximo líder solo leía la prensa deportiva.

Llega 2019 y hay que trabajar por la provincia nueva. Y como ya hemos tocado fondo, hay que esperar que los tiempos sean mejores. Hay que ser más optimistas porque ya se advierten síntomas, incluso evidencias. El área metropolitana de León mantiene el tipo y produce buenas noticias cada día. Desde la investigación universitaria hasta las mejoras en el ámbito de la salud, o en la creatividad emprendedora. También el polígono de Villadangos empieza a ser algo muy serio. Y Torneros espera su protagonismo estratégico. Son verdades, son modernidad. Todo muy siglo XXI. Lo malo es que el Bierzo y Laciana se han quedado en el XX. Y costará salir, aunque se saldrá, de un modo u otro. Y, en todo caso, siempre queda la opción de resistir. En las orillas del Sil resistiremos.
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