El alma camina dentro

28/09/2018
 Actualizado a 03/09/2019
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Secuestrada nuestra mirada por el hediondo olor que despiden los telediarios y quien en ellos habitan o la miseria moral de los habitantes de casas de inútiles –exceptuando la vaca– parecemos obligados a caminar mirando al suelo para que el barro no nos ahogue.

Y nos estamos perdiendo la vida que camina más arriba del barro.

Y nos estamos perdiendo las vidas que nada tienen de inútiles u obscenas para seguir las otras.

Y no vemos cuando nos cruzamos con esos chavales –casi niños en muchas ocasiones– a los que faltan horas del día para formar su mirada y su alma, para hacer deporte o formarse en un conservatorio en mucho más que saber tocar una pieza, en conocer vidas y formas de verlas, en hacer crecer dentro de ellos una sensibilidad incapaz de convivir con inútiles, obscenos, ladrones, sinvergüenzas, caciques, matones de tres al cuarto, vendedores de sus entretelas...

Niños artistas que pueden hacer cientos de kilómetros, dedicar días, para sentarse al lado de un maestro y aprender cómo se puede alimentar el alma.

No es justo, es indigno, que un día les obliguemos a abrir la puerta y salir a caminar sobre ese barro hediondo que estamos construyendo a sus espaldas, ajenos a ese alma que vive con su guitarra, su chelo, su vida.
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